miércoles, 10 de julio de 2024

MENAS

 


No voy a descubrir yo el Mediterráneo, ni voy a aportar soluciones a un problema que desconozco, aunque no me sea ajeno. No voy a presumir de ser social y buenista, porque no lo soy, aunque siga creyendo en los valores que como humanos deberíamos a asumir, si queremos que el mundo futuro sea más vivible y justo.

Tengo una amiga que es profesora en un instituto de Enseñanza Media en Marruecos y me comenta que a veces algunos alumnos suyos desaparecen durante varios días y luego regresan. Suelen ser, me dice, buenos estudiantes. Cuando les regaña por su ausencia, le responden que es que han intentado llegar a España, pero no lo han conseguido. La profesora les amonesta, les advierte de los riesgos que tiene y que. pueden morir en el intento. Le contestan que ahora ya están muertos.

Equivocados o no de que van a encontrar una mejor vida, me planteo el drama de quien llega abandonando todo, también sus estudios, y aquí vagabundea sin ningún tipo de aliciente, y algunos caen en la marginación y los hurtos. Ignoro si a esos chicos se les da clase de algo, se escolarizan, aunque sea exclusivamente en enseñanzas para ellos. Ese vagabundear produce rechazo en las comunidades donde llegan, es lógico y comprensible. ¿No hay alguna forma de que se sientan útiles, de que aprendan algo que les ayude a convertirse en ciudadanos aceptados?

Imagino a mi amiga, mirando alguna vez una ausencia que ha acabado en el mar o vagando sin rumbo en una calle española cualquiera.

 

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