miércoles, 20 de enero de 2021

 

 Soy impaciente. Creo que no podría nunca ser Penélope y esperar cosiendo y descosiendo, tejiendo y destejiendo.Veo siempre el final- la obra hecha- nada más empezar por el principio. Imagino el resultado antes de sentar las bases y la estructura. Así me ha pasado con este nuevo libro que empiezo a leer. El entusiasmo me acomete antes de llegar a lapágina 100, e intuyo que la fiesta va a ser larga, jubilosa y prolongada. No me queda más solución que decir algo, simplemente al catarlo un poquito e intuir la gran sabiduría  de su autora. Me gustan los libros, los cuadernos rayados o a cuadros, de hule o espirales, los papeles, las plumas de tinta que siempre derramaba entre mis dedos, plumas estilográficas de tajo de oro que son las que entonces se llevaban y que yo descuidaba, creo que era Regia o Regina y luego Waterman o  Parquer con sus depósitos de tinta recargable. Siempre me gustaron los  libros y su mundo. Su olor diferente a todo. Digo esto que es curioso, porque no había, que yo recuerde, en mi casa de niña tradición lectora, lo más revistas de modas y de puntos, muchos novenarios, misales, vidas de santos o libros de cocina. No olvido gradecer que pusieron en nuestra curiosodad infantil libros bien seleccionados así aún guardo la colección de Celia de Elena Fortún, aunque ni idea de donde paran los de Escelicer. Solo mi hermano y yo leíamos; debimos tener algún pariente algo loco e inédito al que no conocimos pues todo era en nuestra familia sensato, razonable y con sentido práctico.  Pienso que cada uno nacemos ya bastante determinados en gustos y aficciones, yo me sentía atraida por los libros, me gusta tocarlos, hojearlos; los manoseo y acaparo; los compraría todos o muchos o algunos o casi todos, así que en la Feria del Libro del Retiro o en Espasa  o Fenteteja suelo encontrarme nerviosa y excitada como Eva con la manzana en el Paraíso. Luego los traigo y los pongo cerca y luego lejos y luego encima y luego no los encuantro, pero sé que están esperando la mano de nieve que sepa arrancarlos. Aquí en Pamplona mi librería es Elkar, aunque no siempre  encuentro lo que busco y tengo que encargar los libros sin curiosearlos ni un ápice. Por lo que he sabido por los periodicos, cada vez más librerías de peso y de tradición como Espasa se van desprendiendo de sus fondos y sus clásicos para poner en los anaqueles las novedades, que enseguida envejecen. He leído que incluso a los libreros les han puesto un delantal verde con anuncios, y que el futuro de las librerías se parecerá al de los supermercados. Es como si la industria del libro quisiera hacernos un poco analfabetos, consumistas  y frágiles. Me gustan los libreros cómplices y amorosos que tocan y beben como amantes los libros. No siempre nos fiamos del libro cosa, producto de una industria .El libro es el camino, un camino de ser, de entender, de traducir el mundo, de estar en la vida. Si solo disponemos del presente no podremos comprender el pasado, ni augurar el futuro ni afrontarlo.Todo eso y mucho más consigue mi lectura de hoy, un libro escrito por Irene Vallejo, una joven y sabia lectora y escritora y profesora:

 EL INFINITO EN UN JUNCO

Voy por la página 69, ya os contaré

No hay comentarios:

Publicar un comentario