Laura Ortiz de Landázuri: Una buena amiga nunca se olvida. Se lleva siempre en el corazón y su muerte hace aflorar los recuerdos. En nosotros se hace un hueco, un espacio que llenamos con flores, frutos, risas, juegos. Nunca piedras, ni espinas. Los buenos amigos hicieron nuestra vida más luminosa. Ella hizo nuestra biografía más luminosa. Sé que, pese al adiós, Laura y nuestros buenos momentos compartidos estarán siempre.
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Con los buenos amigos puede establecerse una comunicación a pesar del tiempo. La alegría de la conversación es real y contagiosa, nunca falsa. Podemos evoluciomar de manera distinta y nada importa porque existe la base común del afecto. El verdadero amigo nunca es envidioso, se alegra con los triunfos del otro. No se guarda cartas en la manga, las enseña. Acude cuanda le llama el dolor, acude cuando le llama el gozo. Aconseja sin miedo a ser mal interpretado, recula sin complejos cuando sabe que los consejos sobran.. No necesita la cercanía permanente, sí necesita ser correspondido. Ganar un amigo es triunfo. Perder un amigo, desilusión y lágrimas.
Que perder un amigo no se achaque la muerte, el afecto, permeable, se sigue manteniendo más allá por parte del amigo que vive el sentimiento.Y perder un amigo es perderlo y tacharlo de la lista de afectos la derrota