miércoles, 29 de junio de 2022

DE IMPOSTURAS Y VANIDADES

 


Impostura. Mi última entrada en mi otro blog me ha hecho meditar sobre la impostura, la determinación de una persona de decir que es quien no es, o de apropiarse de la obra de otro como si suya fuese, y aceptar los elogios que no son suyos y que la obra merece, o los beneficios que la obra reporta como si suyos fueran. 

Creo que en toda apropiación hay un acto supremo de la vanidad de cubrirse con plumas ajenas. Porque se puede engañar a los demás, pero nunca a uno mismo. Por tanto, se necesita engañar a los demás para que en ellos crezca la admiración, aunque uno íntimamente sepa que podría merecerla por lo que la merece, pero no la merece por lo que no ha hecho.

 La opinión del impostor sobre la obra propia, o la propia persona, puede que consista en creer ser siempre inferior al suplantado. Hay, por tanto, en el hecho un complejo de inferioridad ante la persona o al que realmente ha hecho la obra de la que  que impostor se apropia. 

Pienso que el impostor se aprovecha de la confianza, o incluso de los lazos afectivos que le unen con su presa. Pues nadie desconfía de la persona con la que mantiene relaciones positivas de confianza y de afecto. Cuando despierta y protesta, ya está hecho.

No creo en los impostores humildes. Creo en la falsa humildad de un impostor. Su necesidad de ser admirado le hace buscar la comprensión ajena y cubrir con falsa humildad una mentira. Porque  nadie admira a un vanidoso, la humildad, aunque sea falsa, parece contraria a la prepotencia. La falsa humildad es una argucia.

El que  cree que algo de lo que ha hecho es bueno, no necesita halagos ajenos, no tiene miedo está contento y lo dice: Soy yo. Esto es mío.

El impostor suele tener otros valores que nadie niega, mejor apoyarse en los valores propios existentes y mejorarlos que rapiñar valores ajenos. A cada cual su mérito. El impostor no debería plagiar al otro, o convertirse en el otro, si estuviera seguro de lo propio. 

Pienso por ejemplo en el caso de Gregorio Martínez Sierra frente a María Lejárraga, al fin Martínez Sierra no era un creador, era un buen gestor y hombre de negocios, eso sí, no era creador. Tampoco feminista.

 O en el caso del pintor que confunde su obra con la de su mujer y la tapa y se ufana. Al fin, cada pintor tiene su sello ¿tanto precisa de  la obra ajena ? 

O del buen profesor y buen crítico que necesita ser promocionado por un grupo y sigilosamente hace lo que le dicen que haga, aunque con su acto  emborrone su hasta entonces limpia trayectoria.

 La sociedad puede callar, aunque lo sepa o lo sospeche, la que no suele callar es la conciencia.¿Hay conciencia social, o mejor ignorar la verdad porque es incómoda?

Organizar escándalos es incómodo. Clamar a los cuatro vientos  la impostura ajena puede no ser gratificante y es inútil, cuando enfrente hay amigos e intereses del impostor a quienes su impostura beneficia. 

¿Acabar en el barro? La imposición no es  amiga de la verdad. La honestidad intelectual y el respeto a uno mismo no consiente rendirse. No

No es de personas dignas aceptar las imposturas.  No mentir. No mentirse. 



miércoles, 1 de junio de 2022

NIÑOS Y LIBROS

 Espero a mis hijos y nietos para ir a la Feria del Libro de Pamplona, antes de que se acabe. Son malas fecha, por los exámenes de fin de curso que dificultan que mis seis nietos pamploneses coincidan, y a mi me gusta marigolear con todos y verlos como dan vueltas a la plaza en busca del tesoro, que siempre encuentran. Compraremos también para los tres que  están lejos

Me gusta ir con mis mis nietos a la Feria del Libro, que hagan lo mismo que sus padres y elijan. Pienso que es importante para conquistar la lectura que sean ellos los que busquen su libro, porque será más suyo si son ellos los que lo hojean y lo manosean hasta poseerlo de verdad. Seguiremos la tradición, ya no la olvidan ni la perdonan,  y daremos vueltas y vueltas y vueltas y lleragá cada uno a su nido leliz con su libro  Carpe Diem. A disfrutarlo.

Es tradición que empecé con mi cinco hijos yendo al Retiro en la Feria de Madrid. Iba con mi cientoveintisiete amarillo, aparcaba y disponíamos de una tarde de puesto en puesto, de sorprea en sorpresa y pocas veces les forzaba a rechazar un libro o aconsejaba. Y cuando lo impedía acabábamos a voces. Siempre elegían ellos. Entiendo ahora que sus gustos, a veces discordante de los míos, ya iban dirigidos a lo que luego iban a dedicar su pasión, a veces su profesión. A uno le daba por las curiosidades biológicas y animales, porque entonces se extasiaban con Felix Rodriguez  de la Fuente . Reñía yo con otro porque siempre se emperraba con los cómics, que a mi- torpe.- no me parecía lectura en condiciones, sin embargo era su vocación de dibujante. Me irritaba con otro porque nunca encontraba el libro apetecido. La primera lo encontraba enseguida, porque era onmívora y una todo terreno, lo complicad era optar por uno sólo. También los animales y los cómic le gustaban a otro. A veces se perdían, pero a la hora de comprar siempre eran ellos los que me buscaban, págaba y luego todos felices nos tomábamos algo y  en algún chiringuito empezaba el disfrute librero antes de regresar de la aventura a casa .

Recordarlo me emociona hoy, porque ahora son mis hijos los que me compran libros. Ahora son ellos los que me contagian. No me hubiera interesando por la poesía de Hipanoamérica, o del Mediterraneo de las tres culturas, o de periodismo o de botánica o de tantas cosas distintas de las mías que acabaron también siendo las mías.  

Me iré después a la Feria del Retiro de Madrid