miércoles, 13 de julio de 2022

EL ENCIERRO: DESDE UN BALCÓN

 


Quedamos con Antxón en los Tres Reyes, son las seis y media de la mañana. La calle está llena de gente, unos sin dormir que siguen con la juerga y otros madrugadores que, como nosotros, aun medio dormidos, nos desperezamos. Casi no ha amanecido y hay que abrirse paso entre el gentío para conseguir llegar a nuestro balcón en la calle Estafeta antes de que cierren el acceso al tramo de doble vallado por donde pasará el encierro.  Cuesta de Santo Domingo, Plaza Consistorial, Mercaderes, Estafeta con su famosa curva, Telefónica hasta el Callejón y la plaza de Toros. para ver el encierro. Nuestro guía va con el grupo sorteando empujones, cada guía lleva a los suyos al balcón que nos ha destinado la agencia. Hay chinos, ingleses, franceses, naturales y el simpático guía intenta explicarnos donde vamos en distintos idiomas. El paseo de Sarasate está todavía sucio de la noche anterior y hay muchachos de blanco blanquiñoso tumbados por el césped entre estatuas de reyes. Rápido y no desperdigarse, nos comenta. La plaza del Castillo sigue abarrotada y huele aún a humanidad y alcoholes y a guarrada. Descendemos por las escalericas de la Bajada de Javier y entramos en una casa de escaleras empinadas en la calle Estafeta. Tuvimos suerte con la elección. Es la calle de Estafeta la mejor para ver el encierro, ya que es larga y podremos divisar más tramo del trayecto. Pero, si el balcón se asomara a la Cuesta de Santo Domingo, también nos gustaría; allí los corredores suelen ser los más experimentados, porque corren cuesta arriba, lo que añade más riesgo.  En Mercaderes, dejado atrás el Ayuntamiento, suele haber un tumulto de toros y de mozos y puede haber sorpresas el iniciar la curva. Son los balcones con vistas una de las últimas aportaciones a la fiesta que ya se ha convertido en tradición y que las agencias turísticas han consolidado. Pueden los amantes de la aventura torera sin riesgos hacerse con un balcón con la misma facilidad con que reservan el Hotel o las entradas a los toros, un balcón desde donde ver a los corredores y la manada por escaso minutos, porque todo es rapidísimo pero intenso. Suma cada año el ingenio nuevas iniciativas para chicos y grandes y esta del balcón es casi para todos, siempre que a uno o le guste madrugar o el cuerpo le aguante tras la noche.  El forastero o el nativo que venga a la fiesta y que no quiera correr, ni verlo a pie de calle, y prefiera entender con visión privilegiada como es un encierro y sus rituales, donde mejor va a admirarlo sin riego es un balcón, que ya incluyen las agencias en sus servicios sanfermineros. Muchos dueños de esas casas recoletas y antiguas, como mucho de dos o tres plantas, alquilan los balcones estos días a las agencias turísticas que se encargan de llevar a sus clientes. Ninguno queda defraudado. Hasta las ocho que empezará el encierro, hay en la casa café con pastitas y una tele encendida para ver el ambiente y veremos desde allí a los mozos, que claman tres veces en castellano y euskera al santo pidiéndole su capote los cubra, y el primer irrumpir de la manada. Cuando nos asomamos, los balcones de enfrente están a rebosar y también los de al lado derecho y el izquierdo. Un hermoso espectáculo, banderas y pañuelos.  Antes de que salgan los toros, el encierro tiene su preparación y sus rituales muy dignos de contarse, por lo excelentemente organizado. La calle ahora se ha vaciado. La Policía Municipal ha echado a todo el mundo del trayecto por donde va a trascurrir el encierro.  Es el paso primero, los corredores fuera. No queda un alma que no sea municipal o barrendero; los accesos cerrados se llenan de mocina. Pasan lentamente la brigada de barrenderos con sus máquinas; la mugre de la noche anterior, los cristales rotos, los vasos de papel, los restos de comida son engullidos por las barredoras. Viene tras ellos otro grupo de limpieza con aspiradores de tubo que van eliminando los restos que pueden quedar en los bordes de las aceras, cosas menudas o chapas o cristales o vaya usted a saber.  Los corredores no tropezaran con objetos ni grandes ni pequeños, porque el servicio de Limpieza del Ayuntamiento lo ha limpiado a conciencia. A no ser que se tropiecen con ellos mismos o con los toros, porque hay que estar muy atento, basta que algún corredor se demore o se incorpore mal a la carrera para darse de topetón con quien corre a máxima velocidad y entonces se caerán y sí será el tropiezo y los agobios por huir de las astas afiladas braceando en un montón revueltos. Divertido pero peligroso.

Vemos desde el balcón a la cuadrilla con sus chalecos verdes y amarillos. Se marchan. Sigue todo vacío. 

Pasa el alcalde de Pamplona, Enrique Maya, con la concejala o el concejal que esta tarde presidirá la corrida y alguien más que deben de ser el ganadero y el pastor. Desde la cuesta de Santo Domingo hasta la entrada a la Plaza, pasan la revisión al trayecto. Van tiesos y bien plantados. Luego desaparecen.  

Nuevamente la Policía Municipal entra en escena. Ella es la que con santa paciencia revisa el estado de cada corredor, su borrachera o no, su edad- no se puede correr sin haber cumplido dieciocho años- su calzado apropiado, decomisa móviles, mochilas, cámaras. Uno a uno, van entrando los mozos a las calles por donde dentro de pocos minutos correrán con los toros, a travésde una única puerta en la Plaza Consistorial. Bullen. Los fotógrafos y corresponsales de prensa, que han sido acreditados por el Servicio de Prensa del Ayuntamiento, esperan tras el primer vallado con sus cámaras, no hay riesgo, también los sanitarios y los policías. El segundo vallado es para los espectadores, que son muchísimos.  Vemos las cámaras de la tele y un helicóptero que debe trasmitirlo el encierro desde el aire. Hablando de la tele, no está ya Javier Solano, el periodista que mejor ha contado el encierro. Se jubiló y echamos en falta su voz grave, su imagen apuesta y sus comentarios, si él quisiera, no debería nunca jubilarse; difícil igualarlo. Hay que entender de toros, hay que amarlos. Y hay que entender Pamplona.

Nosotros vamos de la tele al balcón, del balcón a la tele, porque mirar las calles a tope e intentar imaginar que piensan los que van a correr y si lo hacen por gusto, por presumir, por desafiar las astas de la vida, o por seguir el fervor de los navarros castas. Nosotros hemos tomado un segundo café con galletas y ya estamos despiertos. Ahora sí son las ocho. Suena el cohete y vemos en la tele salir a la manada y luego rápidamente salimos al balcón. Es cosa de segundos:

¡Que vienen, que vienen! Ahí están, tan cerca, seis toros y seis cabestros, tan inmensos, los miramos llegar ¡cómo corren los mozos!, ¡qué bien corren! Y pasan de estampida y seguimos mirándolos casi hasta Telefónica. Esta vez, como siempre, algún susto que otro. Es un fin de semana y balcones y calles y mozos y toros, hay llenazo total. La calle está pletórica y la emoción lo acusa

Desde un balcón. Si vienen a Pamplona, no se lo pierdan