Luis Jiménez Martos. Salvar un libro es también salvar
el tiempo en el que se hizo y salvar a los amigos que le regalaron su atención. No es por mi gloria salvar al amigo y esta
crítica. Si salvo el poemario y lo echo al viento de las redes, necesito lanzar también sus palabras - se lo debo - para volver a recordarlo: Lo primero que me sorprendió de Luis era su
socarronería, su ironía fina cordobesa y la gracia con la que
contaba anécdotas de su prestigiosa colección Adonais, las
sabrosas anécdotas de sus premios, yo que pensaba que aquello era
tan serio: Rialp y su rosa. Mi primer recuerdo de él fue nuestro
encuentro en Prometeo, o quizá fuera en las peregrinaciones
poéticas, concretamente a Teresa de Jesús, cuando fuimos un
autobusico de vates a Ávila y Alba de Tormes, echando versos.
Recuerdo yo a Juan Ruiz de Torres, nuestro presidente y arcipreste
(creo que el mote se lo puso Luis) que nos gritaba a las chicas que
pegáramos los cartelones y allá andábamos andurriando por plazas
y ateneos. Luis solía hacer chistes con Manoli Pérez, que también
era capaz de reirse de un cuadro. La última vez que estuve con Luis
fue en el Palacio Real, en un recital de Valente. Amparo Amorós y yo
, que íbamos detrás de él, vimos cómo perdía el sentido total
del equilibrio, torcía el camino a la escalinata y se caía con
estrépito. Corrimos en su ayuda, lo levantamos, le pedimos un taxi y
se marchó a su casa. Llamé al día siguiente a su mujer. Debía
tener algo de corazón, pues murió al poco tiempo. No estaba yo en
Madrid. No mido a las personas por sus capacidades- que sí- sino por
su sencillez de darse en la amistad y en la sabiduría. Le recuerdo.
PREAMBULO
PARA UNA POESÍA NATURAL Y OFRECIDA
Luis Jiménez Martos. Prólogo deTorremozas
Me
encontraba con Charo Fuentes en algunos de esos actos de la poesía
(sociedad limitada) o en la calle. Por preciados, donde suena la
música de la miseria, fue el último, por ahora, de nuestros
paliques. Siempre la misma impresión de hallarme ante una persona
muy viva que, como su primer apellido, mana. Hay pocas así. Es justo
contar a Charo entre las abiertas, acuciantes por los deseos de
hacer, en vilo el afán de los proyectos y de las proyecciones.
-
Estoy tratando de organizar unas jornadas de poesía y me interesa
que tú colabores.
- De
acuerdo
O
bien:
_Me
voy a Pamplona. Tengo que trabajar mucho allí.
Y en
Pamplona, su tierra, sigue, hasta no sé cuando. Es difícil
imaginarla inmóvil. Tal vez en la próxima movida sanferminera corra
ante los toros por la Estafeta. Su voz al teléfono elimina la
distancia y borbotea según costumbre. Es una forma de seguir
conversando.
Aquí
estoy dispuesto a una faena que no suelo hacer, salvo si se trata de
libros míos. He empezado a dar las gracias a Charo y a Luzmaría,
que, tenaz y acertadamente, va poniendo títulos y nombres en el
catálogo de Torremozas. La revolución de las poetisas
no hay quien la pare, en réplica a la perversidad discriminatoria.
Me encanta penetrar, casi como un furtivo, en ese cercado, para poner
unas letras urgentes,.
Uvas
Torrenciales se llama el
pretexto de esta colaboración que me honra. En esos vocablos se
verifica el enlace de la jugosidad del fruto y del sonido que cae.
Una sinestesia muy expresadora nos sale al encuentro, una promesa de
lo que vamos a hallar enseguida: dinámica, sabrosa. En el arranque
se encuentra todo un programa de e de
esa actitud en tres tiempos: uno para llenar de cosas heterogéneas
los bolsillos del amado; otro en el que dice: desnudaré
mis ritmos y mi imagen/hasta que
me desees/ con el alma y el trigo
; y por último el anticipo de una certeza rendida: “ Y
dormiré en tus eras/
toda una fértil noche de silencios”.
De
Hispanoamérica
llegó, durante el primer tercio de este siglo, una erótica, poética
y femenina, que supo salirse de la estricta confidencia romántica y,
también, de los propios límites del amor, para ser como un
estallido natural, como una afirmación anhelosa. Viene a la memoria
Juana de Ibarburu,
tan diferenciada del acento grandioso y tierno de la Mistral
y la vocación sáfica y trágica de la Storni.
Ella
significaría una especie de hora cero en el nuevo modo de que la
mujer asumiera plenamente su femineidad, su desafío ardoroso, su
decidida y conmocionada presencia en la literatura, trazando una
frontera que, desde entonces, ha ido ensanchándose. No viene a
cuento ejercer, en absoluto, crítica hidráulica, según
la denominó Pedro Salinas con donosura socarrona incomparable. Esa
onda del Sur supuso una fecundación en toda regla. Ya
se nota, por otra parte, que a Charo
le bastan sus fuentes; pero no hay duda de que aquella raíz, hoy
renovada, persiste. No vacilo al situar Uvas Torrenciales
en una atmósfera
vitalista, fragante, libre, crujidora y tierna. Tiene lo suyo de
turbión que no admite espera para el desencadenamiento, de canto
ofrecido, no sin guardar, en lo posible, la ropa identificativa.
Fusionarse con el otro, al que se le dibuja triste, incluye
contagiarle la alegría, aunque sin que, en el abrazo que se pide,
quede borrada quien lo sueña.
Hay dos impulsos en la poesía de charo fuentes. Una se dirige hacia
el objetivo erótico con la compañía de referencias naturrales:
racimos, pájaros, flores, olor, agua... La garra antirretórica,
base de su estilo, busca apoyos en los que en esos “cobíjame”,
“trepa”, “yérguete”, “asciende”, entre otras formas
verbales dulcemente imperativas. La incitación a la pura desnudez
resulta patente y, en doble sentido, porque el otro impulso se
concentra en el deseo de iluminarse y traspasar las paredes:”Si
no me atenazara, me mordiese/ mi propia soledad tal vez no
consiguiera/ romper mi ego concéntrico/ en el círculo abierto de
otros ojos.
Al descubrir el yo, al decirnos quien es, nos asomamos a ciertas
complejidades de la persona, a una preocupación llevada a los
límites de la metafísica. Charo Fuentes no incide en un erotismo a
secas ( es un decir) ni tampoco en una reflexión igualmente sin
mezcolanza. Uvas Torrenciales viene a ser una suma de latidos. Su
palabra se ennuda, por lo común, con ímpetu y exactitud. Poesía
directa. Poesía fibrosa. Poesía respirable y, casi siempre,
agitada. Su hermosura y emoción crean signos que se derivan de ese
fresquísimo trance en que transcurren los poemas.
En el frontispicio, Charo fuentes invoca a Whalt Whitman, tan
fundamental para Pablo Neruda. Otra vez América indicando el camino.
No resulta baladí que recordemos la cita.”Soy puerto para bien
y para mal./ Hablo sin cuidarme de riesgos/. Naturaleza sin freno,
con elemental energía” Y recordarla con uno de los versos
claves de este libro: “Que toda la potencia se emancipe”.
Es lo que ocurre aquí. A la mujer le adjudicó Antonio Machado “El
anverso del ser”, lo que la intimiza. Ahora, en estas páginas,
tan temblorosas, el envés y el haz se hallan a la vista. Cuando la
poesía no sirve para que quien la escribe se nos revele, en qué
poco consiste. Charo Fuentes radiografía a charo Fuentes usando los
rayos x de la pasión lúcida. En el remate de esta entrega habla de
“impulso” “aliento vital” “fértil contacto”, “luz”,
“duende”.
A y otras me remito sin mas explicaciones
Madrid ,enero 1986
¡Gracias, Charo! Por traer el recuerdo de uno de los grandes poetas, Luis Jiménez Martos, aunque le conocí apenas traté con él, recuerdo haber leído Madre de mis cenizas y Molino de Martos, pero sí sabía de su sentido del humor. Hermosas palabras las que dedicó a tus Uvas torrenciales.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Era chungón y divertido y un gozo escucharle hablar a las anécdotas del Adonais. Alguno se sorprendería. Yo le tenía mucho afecto. La última vez que le vi fue en el Palacio Real en un recital de Valente. Me sorprendió que estaba desorientadisimo y en vez de entrar en linea recta se marchaba en paralelo. Y es que ya no estaba bien Se cayó. No sé con quien estaba yo, creo que con Amparo Amorós. Lo metimos en un taxi y le dimos al taxista instrucciones para que lo llevara a su casa. al día siguiente llamé a su mujer para advertirla. Creo que murió al poco. Rosa del aire , qué tristeza y cuantos buenos amigos muertos. Repaso y me asusto.
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