Falta Angelito.
Estas fiestas no estará como siempre Angelito el Lechuguero
esperándonos. Nos franqueaba la puerta
de par en par departiendo con nosotros y acompañaba a la clientela como amigo
de todos que era. Si antes llevaba con buen pulso el Restaurante, ahora
descansaba de su jubilación, a menudo charlando y departiendo en el bar con
todos el que se acercaban a saludarle. Lo recordaremos en los aperitivos del
bar “El Lechuguero”, en las meriendas de la tarde-noche, sentado o en la barra,
confraternizando siempre risueño, cordial y abierto. Creo que será una de las
personas de Cascante que más echaremos estas fiestas de menos. Porque Angelito “el
Lechuguero, y su mujer, Paquita, formaban parte de lo mejor de Cascante,
eran lisos, trabajadores, encantadores, simpáticos y buenos cocineros. No se
les conocerá enemigo. A su carácter afable añadían que en sus fogones todo el
mundo era bien venido y con igualdad de trato, porque a nadie se le ha tenido
en cuenta ni su color, ni su edad, ni su fama, ni su ringorrango, ni si tenía
mucho o tenía poco. Ejercía Angelito de cascantino y se implicaba en cualquier
acto que elevara el nivel económico, deportivo o cultural de Cascante, y le
gustaba el futbol del Aluvión, aunque fuera forofo del Atlético de Bilbao y
llevara con cariño su camiseta. Es una suerte que tengamos a Paquita, a la que
desde el programa mando un abrazo. Hoy dedico mis líneas y recuerdo a Angelito
Alonso Romano” El Lechuguero”. Se hacía querer, así que todos lo echamos de
menos.
Angelito y Paquita formaban la segunda generación de locales
dedicados a los menesteres gastronómicos. La primera generación, en 1955, fue
la del matrimonio Benito Gómara y Margarita Álava en la calle del Romero nº25. Tenían una cantina y expendían vino, que
traían en burro, licores, gaseosas y tapas típicas, así callos y caracoles. Debieron
a esa primera generación llamarlos ya Los lechugueros porque la madre de
Benito vendía plantel de lechugas. De ellos debió aprender el oficio la hija, Paquita
Gómara Álava. Más tarde fue Angelito Alonso Romano, su marido, quien entró a
formar parte de ese clan culinario. Algunas veces Paquita, en broma lo
reivindicaba: “Mira. La Lechuguera soy yo, que soy lechuguera de parte
de padres”. Era un tándem indivisible, un gran matrimonio. Hablando en
feminista, parece que el éxito empieza por vía de mujer pues fue Paquita quien
lo trasmite.
Huérfano desde pequeño de padre, Angelito se casó con Paquita
y emprendieron una aventura nueva: Un pequeño restaurante con sabrosa y bien
guisada cocina tradicional. Se trasladaron a un local de la misma calle del
Romero, nº.3. No era muy grande, tenía ocho o 10 mesas, pero era extensivo a
un patio, fresco en verano. La carta del restaurante en los años de 1968 era lo
que demandaba la clientela ribera, con especialidad en verduras frescas de la
huerta propia, ensaladas, huevos fritos de gallina de corral con patatas y
jamón, costillas a la brasa con pimientos, comidas típicas de las cuchipandas
veraniegas y a petición y encargo de algunos sibaritas castizos- como la que
esto escribe, cabezas de cordero con migas, caracoles, o revuelto de setas con
sesos y pimientos rojos. Pero ni Angelito ni Paquita se conformaron con eso y aprendieron
a buscar las delicias gastronómicas con las que luego se hicieron famosos sin
renunciar tampoco a los platos tradicionales – hoy tan a conservar- de la buena
cocina de Navarra; ampliaron la carta a los pescados, y merluzas a la vasca. No
sé exactamente cuándo se jubilaron, o medio se jubilaron, porque alentaron la
continuidad de El Lechuguero” en sus descendientes. Angelines y Carmelo Roncal,
su marido y Bea, sus hijos forman la tercera generación de “lechugueros”
Desde agosto de 1991 la gestión del restaurante pasó a ser de
Angelines, hija de Paquita y Angelito, y de Carmelo Roncal, su marido, de eso
hace ya 32 años. Compraron los
“lechugueros” hijos nuevos locales, lo que dio espacio para reunir más comensales
y poder organizar acontecimientos y celebraciones de bodas, cumpleaños y
fiestas familiares con un esmerado servicio moderno y buena gastronomía. De lo
que fueron aquellas iniciales mesas reducidas, Angelines y Carmelo ampliaron el
negocio e incorporaron más espacios. Al Restaurante tradicional de la calle del
Romero se añadió la compra de una nueva casa, la de María Ayala, en 1999, dando
al restaurante una entrada por la Plaza de la Fruta y trasformando el local en
un más sofisticado restaurante, decorado con gusto. Abrieron, incluso, un
pequeño hostal con 16 habitaciones, hoy muy solicitadas. Y lo del “gusto” tiene
doble sentido, porque la carta es exquisita, de “la nueva cocina” gastronómica
acorde con los nuevos tiempos; Así el restaurante “El Lechuguero” se continuó y
adaptó y creció, bajo la mirada atenta de Angelito, orgulloso de la continuidad
de la empresa y de sus hijos. Angelito “el lechuguero” siguió implicándose, ayudando,
aconsejando y trayendo las mejores verduras del huerto. En 2010 un pequeño
infarto le hizo cesar todas las actividades. Hasta el año pasado en el local
inicial de la calle del Romero nº.3, de su otra hija, Bea, ejercía de
“lechuguero” departiendo con los amigos, tenía su
rincón propio para charlar con todos. Tampoco el COVID le hizo abandonar, consiguió
superarlo. Su muerte nos apenó, lo echaremos en falta.
Angelines y Carmelo, son hoy los dueños del restaurante. Los
fogones son responsabilidad de Angelines. “La lechuguerica” ha mantenido la
tradición así con sus “alcachofas salteadas con jamón” o “menestra de
verduras”, y reconvertido su gastronomía a “la nueva cocina navarra” con
recetas como las “habitas con foie” o “pochas con almejas”, que atraen a gentes
de toda España; que bien merecería una estrella Michelín, pues ha racionalizado
y aprendido de los grandes maestros con los que superó los conocimientos
familiares, aunque sigue apostando por las exquisitas verduras riberas que hoy son
su fuerte, como le enseñaron sus padres. El buen hacer de Carmelo dirige el
negocio, se relaciona y atiende a la clientela.
En la “semana de la verdura”. no se lo pierdan
Bea, “la lechuguerica”, es la dueña del bar. Los sabrosos
pinchos, croquetas de boletus o queso, las tostas, los bocadillos y platos
combinados, las bebidas, las cañas, el Malón de Chaide, las copas de buen vino en
el bar son debidos a ella, que, después de una larga vida profesional en otro
tipo de negocio, ha regresado al origen con fuerza. Eso hemos ganado. La
terraza está siempre a tope y solicitadísima. Así la gastronomía de “El Lechuguero” siguen
estando en manos familiares y los fogones en las femeninas.
Este año en fiestas no estará Angelito. No podríamos pasar la
oportunidad en este programa sin recordarlo. Pero la memoria no quiere ser
triste, sino alegre, como él era. Anfitrión
y amigo, lo traemos por ser buena gente, buen paisano; por su afabilidad; por
su inteligencia empresarial, por su sencillez; por todos los ratos que hemos
pasado, por sus buenos fogones, por su amistad. Y porque lo echamos de menos.
Angelito,
Lechuguero, buen embajador de Cascante. Te recordaremos.
Felices
fiestas, amigos.
Charo
Fuentes, Pamplona, julo 2023
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