domingo, 20 de marzo de 2022

Álamos del amor que ayer tuvísteis/

 

Álamos del amor que ayer tuvísteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas


A Machado

 

Me gusta mirar el vuelo de los pájaros y su alborozo. No tienen quizá conciencia de su felicidad, pero tal vez no importe, son – parece – felices, por eso cantan y se entrecruzan jugando a tú la llevas en su vuelo. Los ruiseñores idos son como una metáfora de esas fotos antiguas, imágenes nuestras de las primaveras juveniles, los pasionales veranos; y el marco donde asoma la foto es verde y agua, ingenuo y oloroso. Miramos las fotos del álbum viejo y, contrariamente a lo que recordábamos, constatamos que somos nosotros y nos encontramos guapos ¿Cómo pudo ser? Nadie, o muy pocos cuando es joven y guapo o guapa se recrea. No se lo cree. No tiene conciencia de lo que tiene ni de que se va a perder. Está lleno de inseguridades y complejos e ignora su atractivo, En disconformidad con su naturaleza, no se sabe y quisiera ser más alta, alto, más delgada, más guapa. Lo sabe cuándo ya se ha perdido.

Los ruiseñores suaves que escapan con sus trinos se nos asemejan al esplendor perdido. Esa plenitud que no es únicamente la belleza ni la juventud sino esa alegría, ese júbilo, esa felicidad:  Los álamos del amor con ruiseñores y las fotos en color son como la felicidad que voló en desbandada de la que no tuvimos conciencia y que ahora anida en el recuerdo.



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