Hoy ha
muerto un hombre bueno. Era mi amigo maestro entregado, melómano
entendido, gran deportista, político honesto, persona generosa, marido paciente,
padre orgulloso, buena persona. Unas sencillas líneas para dar las gracias a
quien tanto nos dio, Julio, al que nos enseñó Granada y nos acompañó desde el Albaicín
a la Platería, desde la Alhambra hasta las Alpujarras, desde el Padul hasta la
ruta triste de la Fuente de las lágrimas. Granada, la bellísima, en mi exilio injusto, fue, gracias a Julio y sus familiares una oportunidad de amar, amar en ella el Sur
como merecía ser amado– No hubo feria, ni procesión, ni acto digno de ser visto
que no degustásemos. Granadino de Bubión, disfrutaba enseñándonos las entrañas
de su Andalucía. Nunca conocí a un político menos pretencioso, menos abusón de
su estatus; daba a su partido -el socialista- más de lo que recibía, porque era
idealista y machadiano.
Hace un par
de meses estuvimos en Granada y quisimos vernos, pero estaba acompañando en el
hospital a su mujer, nuestra también amiga Asun, que estaba muy grave. Hablamos
por video conferencia. No pudo ser, no nos vimos, hoy me dicen que quería
despedirse de nosotros; él lo sabía, nosotros no.
Escribir
unas líneas sobre él en mi blog, lejos de Granada, en una tierra en que pocos,
excepto los senderistas navarros, le conocerán, no es para mí baladí. Porque no
puedo dejar pasar el día de su muerte sin compartir, aunque sea en una nota breve con todo el
que lea, el dolor por su pérdida, su grandeza humana y mi agradecimiento. Aunque quizá ya él no lo
sepa, ni lo oiga, ni dónde, ni cómo, decir: Julio, amigo: Muchas gracias por todo. Qué pena que te marches.
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