Leo y oigo los debates políticos con preocupación, porque me
gustó la Transición y sus gentes, a los que les di la confianza creyendo en su capacidad
y su buena voluntad. Después de 40 años todo ha cambiado, y y creo que para
peor. O sea, me siento menos libre de pensar y de opinar que en 1978. Cualquier
opinión puede acarrearte el ostracismo, por ejemplo esta que hoy expreso. Lo que algunos llaman progreso, otros
pensamos que no es para tanto, ni la creatividad está en auge, ni brillan las
estrellas como entonces brillaban, ni hay casas para todos, ni hay fraternidad
ni amistad entre contrarios, sino agresividad. En una cosa sí hemos avanzado.
Como dije, y digo siempre, si algún colectivo tenía mucho que ganar ese era el
de la mujer. Lo digo hoy, cuando ya se
ha confirmado la presidencia de una mujer, María Isabel Perelló, del Tribunal Supremo.
Van manga por hombro muchas otras cosas. El concierto para
Cataluña, pienso, rectifica la Constitución de 1978 y, por si fuera poco,
Sánchez habla ya de la España Federal, que es, desde mi punto de vista, un
retroceso o al menos un experimento peligroso. Y me pregunto qué es lo que
hicieron mal los sabios constituyentes para que un presidente, sin el bagaje
intelectual de aquellos pesos pesados, sin aquellas sesiones maratonianas para
afinar y conseguir consensos, sin encomendarse a dios ni al diablo, sin
consultar a la oposición, ni a los españoles que seremos afectados por esa
decisión, se empeñe en hacer él solito una constitución nueva? ¿O es que eso no
cambia el sistema de una España autonómica a una federal? ¿Tan fácil le resulta borrar lo anterior?
No me gustan los líos.
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