EL OLIVO. VISIÓN LITERARIA
La
muy interesante publicación Oleum de Carlos Falcó, marqués de Griñón,
aúna el conocimiento profesional de ingeniero agrícola con la visión
humanística de un amante de la cultura y de la agronomía.
Conocer un producto no es solamente aprender la
técnica de su producción y comercialización, sino igualmente captar su alma. Y
es que la historia del olivo y de su fruto, la aceituna, y la trasformación de
ese fruto en aceite son industria, pero también mito. Y como mito se ha
trasformado en arte y en literatura. En esa visión total, el olivo enamora.
De
orígenes lejanos, tal vez de Siria, Mesopotamia o Egipto, en el III milenio
antes de Cristo tenemos constancia de que ya se cultivaba, comercializaba y
utilizaba. Como símbolo lo encontraremos en el centro de las tres religiones
monoteístas, El judaísmo y la Biblia, el Cristianismo y sus Evangelios y El
Islam y el Corán. Está en su literatura sagrada.
El
olivo como leyenda está en la historia de las civilizaciones en las que
nosotros nos enraizamos, Grecia, abuela nuestra y Roma, madre nuestra. La
leyenda griega, recogida por Homero, Hesiodo, Píndaro, y Ovidio, cuenta
que la diosa del Olimpo, Athenea, fue vencedora como diosa protectora de la
ciudad de Atenas frente al reto de Poseidon, dios del mar, porque su poderosa
lanza hizo brotar de la tierra un olivo.
Triunfadora, sus olivos todavía pueblan el monte de la Acrópolis
ateniense. Extendida su leyenda, la diosa Athenea con su casco guerrero y su
rama de olivo preside los edificios de alguna de las instituciones
parlamentarias de Europa, así en Viena. Sabia y valiente, su luz da nombre los
prestigiosos ateneos del mundo, sedes de debates culturales y políticos,
como el de Madrid.
En
la mítica Roma, sus fundadores, Rómulo y Remo, escribe Tito Libio, fueron
amamantados por una loba debajo de la sombra de un olivo. Los romanos hicieron
del aceite una fuente de riqueza y extendieron su comercio a la Bética. Hoy en
la visión laica de los estados la rama de olivo, como la paloma que regresó al
arca de Noé con una ramita en su pico, se han convertido en un símbolo de la paz.
Necesitado el olivo de un clima mediterráneo, es cultivado hoy en
Europa, Asia y América. A América lo llevó España en los viajes de Colón, según
noticia de códices Incas y en inca mestizo y noble Garcilaso de la Vega. Hoy se
cultiva en Colombia, Chile, Méjico, Argentima y otros países latinoamericanos.
Fueron los jesuitas los que propagaron en América del Norte, California. Así le
canta el chileno Pablo Neruda en su Oda al Aceite:
Aceite, en nuestra voz, en
nuestro coro,
con
íntima
suavidad poderosa
cantas;
eres idioma castellano:
hay sílabas de aceite,
hay palabras
útiles y olorosas
como tu fragante materia.
No sólo canta el vino,
también canta el aceite,
vive en nosotros con su luz madura
y entre los bienes de la tierra
aparto,
aceite,
tu inagotable paz, tu esencia verde,
tu colmado tesoro
que desciende
desde los manantiales del olivo
Los
orígenes de su cultivo en nuestra tierra son borrosos. En la Península Ibérica de
clima mediterráneo pudo crecer el olivo silvestre, el acebuche; o quizá lo
trajeron los fenicios y perfeccionaron su cultivo los griegos, lo
comercializaron los romanos, lo expandieron los árabes, pero así fue que nuestra
tierra se fue llenando de olivares porque el aceite servía de manjar
gastronómico. La oliva también se convirtió en Arte mayor y se puso su nombre a
Vírgenes, y se recrearon los olivos en pintura y en literatura. Doy una pequeña
muestra de esta tradición literaria:
LITERATUA
MEDIEVAL y MESTER DE CLERECÍA, SXIII. En la Península Ibérica el olivo entra en
la historia de la literatura al mismo tiempo que el castellano. El primer
escritor que utiliza el castellano como medio de expresión introduce ya el
olivo en el paisaje, Gonzalo de Berceo (c 1196, c 1264) clérigo en el
monasterio de San Millán de la Cogolla, cuna del castellano, alude levemente al
paisaje de olivos en su libro “Vida de Santa Oria” (S. XIII). Nos da ya
noticia esta cita de que el suelo de la zona estaba cubierto de olivos.
“Vido redor del monte anchura/estaba cubierto de olivos.
en ella de olivos una gran espesura
Cargado de olivos mucho sobre madura
poder voverlo en ellos una gran espesura”.
El Mester de Clerecía es literatura religiosa culta escrita por clérigos.
Pero no todo es culto y religioso, hay una literatura popular que se aúna con
la música para ser cantada en grupo por coro y solista. Solía acompañarse de
laúd, flautas, tambor y panderetas y se bailaba. Es música popular y jocosa:
ZEJELES LIRICA POPULAR MOZABABE MUSICALIZADA En esa España de las
tres culturas donde el castellano convive con el árabe, existirá el romance y
el mestizaje coloquial de las jarchas en hebreo o árabe. Los zéjeles,
especialidad de poetas como El Ciego de Tudela y Al-Acma al-Tutili (S
XI) en este caso el zéjel de Ibn Guzmán de Córdoba (c 1086-1160) vuelve
a remitirnos a la aceituna. El poema que cito está escrito en árabe coloquial
con influencias del castellano y, trasmitido por tradición oral, es recogido en
castellano por Lope de Vega (1562-1635). Este zéjel explicativo que nos
hace saber que ya la aceituna se comía aderezada.
“Ay fortuna
Cógeme esa aceituna.
Aceituna lisonjera
verde y tierna por fuera
y por dentro de madera
fruta dura e importuna
Ay fortuna
cógeme esa aceituna
Fruta en madurar tan larga
que sin aderezo amarga
y, aunque se coja una carga
me he de comer solo una
Ay fortuna
cógeme esa aceituna”
.
Más conocido es un poema que ha llegado a nuestra literatura con
toda su fuerza y toda su frescura
“Tres moricas me enamoran
en jaén
Axa y Fátima y Marien.
Tres moricas muy garridas
iban a coger olivas
y hallábanlas cogidas
en Jaén
Aixa, Jatima y Marién
Y hallábanlas cogidas
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén
Axa y Fátima y Marién...”
Este zéjel fue recogido en el Cancionero Musical de Palacio,
música de la corte de los Reyes Católicos. Pudo tener su origen en un poema
anterior escrito en árabe y posiblemente erótico, según recogen afamados
arabistas. Reedificado en Andalucía, muestra que ya la cogida de la aceituna
era asumida por una población en la que se incorporaban las mujeres y que el
olivar en Jaén era una realidad. Muchos de los poemas medievales de tradición
oral se conservan gracias a los cancioneros musicales como el cancionero Herberay
des Essart de la Corte navarra; este zéjel fue recogido en el Cancionero
Musical de Palacio, música de la corte de los Reyes Católicos.
S. XV SERRANILLAS Escritas por el Marqués
de Santillana D. Iñigo López de Mendoza (1398-1458). Las serranillas son poemas de “pastorelas”. De
influencia francesa, cuentan el encuentro de un caballero con una lugareña, y
muestran cierta picardía erótica entre caballeros y mozas campesinas, serranas
o vaqueras. El marqués, que estuvo al mando de las tropas castellanas por las
zonas limítrofes a Navarra, escribe serranillas del Moncayo o de la Rioja o de
Soria, pero es en el sur donde sitúa esta que cito. Además de su valor
literario, muestra que los olivos existían en el paisaje andaluz y también el
método de recolección de olivas con el vareo.
V
Serranilla
“Entre Torres y Canena,
açerca de Salloçar,
fallé mora de Bedmar
sanct Jullán en buen estrena.
Pellote negro vestía,
e lienços blancos tocava,
a fuer dell Andalucía,
e de alcorques se calçava(…).
( …) Preguntele dó benía
después que la ove saluado,
o quál camino fazía.
Díxome que d'un ganado
quel guardavan en Razena,
e passava al Olivar
por coger e varear
las olivas de Ximena(…)”
SIGLOS DE ORO XVI y XVII, el Cristianismo aceptó el olivo y el
olivar como cosa propia. Asciende al teatro como tema religioso con el
mercedario Tirso de Molina (1579-1648). Es el siglo de las
apariciones marianas- y muchas de las preciosas Vírgenes andaluzas tiene esa
denominación “Virgen de la Oliva”. Tirso lo introduce como triunfo de la Virgen
frente a la morisma, La Dama del Olivar.
En la Literatura de Navarra, el
escritor cascantino Fray Pedro Malón de Chaide (c. 1530-1589), en su
obra “La Conversión de la Magdalena”, glosa en verso el Salmo 103
que alaba a Dios recreando los frutos de la tierra donde incluye el aceite:
“Riegas las viñas, donde
nace el licor que alegra
el corazón humano
y quita con su mano
la vil melancolía, escura y negra
y el aceite le diste
que torna alegre el rostro del más triste”.
Pasar a integrar el teatro festivo en Las Aceitunas de Lope
de Rueda (1511-1566) Sigue la tradición popular jocosa en Baltasar de
Alcázar (1530-1606) que lo cita en el
poema “La cena”. Es en el arte de los
Siglo de Oro cuando el olivo y el aceite se hace presente en la pintura profana
de Diego de Velázquez (1599-1660) Vieja friendo huevos, ; o en la
religiosa La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos de El Greco. El
tema será frecuente en la pintura y la imaginería española.
SIGLO XVIII. Marcado por la racionalidad, se huye de la creación y
se escriben tratados sobre industria y agricultura: Mostró el Siglo de las
Luces atención a lo práctico, a la industria y el cultivo agrícola más que a
las Artes y a la sublimación, aunque sus trabajos de investigación y estudio siguieran
llamándose Literatura. Desconocemos los textos que los Amigos del País
escribieron para racionalizar el olivar y su cultivo, la industria del aceite y
su comercio. Imaginamos que Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) y
sus ilustrados amigo de la Sociedad de Amigos del País Sevillana,
dedicarían estudios rigurosos sobre el tema. También lo harían los Amigos
del País, de Aragón como Ignacio de Asso (1742-1814) y, suponemos, Los Deseosos del Bien Público de Tudela,
pero desconocemos sus trabajos. Sabemos que, al menos el profesor de
Matemáticas de los Reales Estudios de San Isidro, Francisco Verdejo González)
(1757 -1814) suspendió al tudelano Cristóbal María Cortés (1740-1804)
que pretendía una plaza de profesor de la misma materia y escribió Matemáticas en
verso para conseguir la plaza. Verdejo era autor de un tratado pata extraer el
aceite de las aceitunas sin hueso. El aceite y su cultivo ya no es un mito sino
una mercancía que debe de rentabilizarse. La industria olivarera floreció y
numerosas técnicas renovaron el arte de fabricar aceite.
Siglo
XIX Nuevamente se vuelve paisaje en el S. XIX José Zorrilla (1817- 1893) prosopopeya,
un paisaje humanizado en D Juan Tenorio
“Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
conque trina el ruiseñor,
de sus copas morador,
llamando al cercano día,
¿no es verdad gacela mía,
que están respirando amo”.
SIGLO XX Es en el siglo cuando encontramos los mejores poemas al
olivo y son sus escritores los que adoptan todos los tonos de juego o de
condena, de soliloquio. Son poetas del 98, como Antonio Machado, y del 27, como Federico García
Lorca, Rafael Alberti, Emilio Prados, Miguel Hernández, el
chileno Pablo Neruda. Más contemporáneos el uruguayo Mario Benedetti, el cordobés adoptivo, Antonio Gala,
el poeta social, Blas de Otero. Mención especial merece José Antonio
Muñoz Rojas, autor de Las Cosas del Campo, la más alta cumbre de
poesía en prosa del siglo XX.
Machado (Fragmento)
Olivo
del camino
¡cuán
bello estás junto a la fuente erguido,
bajo este azul cobalto,
como un árbol silvestre espeso y alto!
Tu fruto, ¡oh polvoriento del camino
árbol ahíto de la estiva llama!,
no estrujarán las piedras del molino,
aguardará la fiesta, en la alta rama,
del alegre zorzal, o el estornino
lo llevará en su pico, alborozado.
Que en tu ramaje luzca, árbol sagrado,
bajo la luna llena,
el ojo encandilado
del búho insomne de la sabia Atena.
Hoy, a tu sombra, quiero
Ver estos campos de mi Andalucía
Como a la vera ayer del Alto Duero
La hermosa tierra de encinar veía.
Olivo solitario,
Lejos del olivar, junto a la fuente,
Olivo hospitalario
Que das tu sombra a un hombre pensativo
Y a un agua transparente,
Al borde del camino que blanquea,
Guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
La diosa de ojos glaucos, Atenea.
Federico García Lorca
El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.
Rafael
Alberti
¿Qué
es un olivo?
Un olivo
es un viejo, viejo, viejo
y es un niño
con una rama en la frente
y colgado en la cintura
un saquito todo lleno
de aceitunas.
Esta
Cofradía del Aceite de Oliva de Navarra quiere apostar por la cultura y el arte
del olivo. Prestar su apoyo a todas las
manifestaciones que lo incluyen y lo prolongan, tanto productivas como
industriales, tanto económicas como artísticas. Nació entre versos de cuaderna
vía, creció con los poemas que se renuevan cada año en la palabra del poeta
Pepe Alfaro, con cuya palabra quiero cerrar este canto literario.
Bendito seas olivo
varias veces centenario
Bendita tu honda raíz
en este Queiles romano
de árabes almazaras
y de cálices cristianos.
Bendito tu tronco y ranas
que se abren como un abrazo
entre la Bardena agreste
y la nieve del Moncayo.
Bendito sea tu fruto
que, líquido y decantado
será aceite de la vida
y óleo para tu ocaso.
Que tu sombra nos cobije
el cuerpo y que tus ramos
lleven al alma la luz
y la paz a los humanos.
Poemas que reflejan que la Cofradía del Aceite de Oliva de Navarra
quieren iniciar una tradición de canto al olivo y sus frutos.
Charo Fuentes Caballero, Pamplona, septiembre 2024
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