miércoles, 8 de noviembre de 2017

Leopoldo de Luis: Palabras para los poemas de Charo Fuentes."Con un Papagayo verde". Prólogo.

                                                 Metal caliente. Leopoldo de Luis. | La Alegría de las Musas 2
 
 
LEOPOLDO DE LUIS

En “Escritores y Artistas” de la Calle Leganitos, solíamos coincidir con Leopoldo de Luis, José Gerardo Manrique de Lara y Carlos Murciano. La Asociación, muy activa, organizaba actos artísticos y literarios, presentaciones de libros y publicaciones. Era Leopoldo un amigo de trato afable, un hombre generoso y sabio, de apariencia grave, de voz grave. Grave también su poesía, tenía el ansia trascendente de Unamuno, aunque en su preocupaciones abundara más en el desarraigo y la protesta social y cívica. De formas literarias clásicas, utilizaba con maestría los ritmos, amaba los endecasílabos y eneasílabos y nunca renunció a ellos. Sus antologías de la “Poesía Social (1965) y de "Poesía Religiosa" (1969) habían, entiendo, sentado cátedra en aquellos años de la pre- pre Transición, el Concilio Vaticano II y los cristianos de base, que era una forma intelectual de toma de postura frente el franquismo o el statu quo. Ambas antologías habían sido publicadas en Alfaguara, editorial, como se sabe,  surgida en 1964 a iniciativa del navarro Jesús Huarte y dirigida por Camilo José Cela y sus hermanos.Teníamos algúnos amigos en Navarra en común, así que charlábamos de estos y también de la poesía social y de la religiosa, que yo indagaba porque estaba relacionada con una revista de mi tierra que, aunque tarde ( había ya aparecido por aquellas fechas los “Nueve novísimos” de Castellet ) había acogido poemas de ese corte y tenía en su consejo de redacción algún religioso militante. Me asombraba su claridad de juicio, su capacidad de ahondar en los textos ajenos sin mostrar casi aparente aparato crítico, porque, aunque lo utilizara con acierto, era de natural humilde y nada pedante. Me obsequió con sus ediciones críticas de Aleixandre o de Miguel Hernández, que luego perdí ya que una mano francesa se llevó de mi biblioteca.¡y bien que lo siento! Su crítica a mi segundo libro “Con un Papagayo verde” no me sorprendió, aunque me dejó bastante impactada al verlo elegir , entre toda el aparente aparato culturalista, la sencilla canción y el símbolo de una rota mariposa. Acertó.

La última vez que estuve con él fue en el Ateneo de Madrid, Homenaje a Blas de Otero, en una mesa redonda con Sabina de la Cruz; y también su hermano – entonces no lo sabíamos – Francisco Umbral ( tenían opuesto carácter e idéntica nariz). Me marché de Madrid y seguimos carteándonos por navidades, así me enteré de la muerte Maruja, su mujer, pues  me mandaba el sentido homenaje literario póstumo. La tristeza de la desaparición de Leopoldo  me llegó a Granada. Jorge Urrutia me informaba de su fallecimiento y me me mandaba versos.

Es la ley que todos nos vamos yendo. Me quedé con la impresión melancólica de que estaba en deuda con él y escribí a Jorge dándole mi pésame con versos. Quizá sea la vida la que a todos nos oprime y acaba aplastando la mariposa nuestra  entre sus dedos, aunque, como  dijo Leopoldo en sus palabras para mis poemas:" queda el fulgor del vuelo". Su partida me dejó el fulgor y también el brillo de la gratitud  a su amistad“ entre el polvo levemente áureo de la poesía”.


PALABRAS PARA LOS POEMAS DE CHARO FUENTES por Leopoldo de Luis
(Prologo para Con un Papagayo Verde, Madrid, Orígenes, 1990)

Si tuviera que escoger un elemento simbólico de este libro de Charo Fuentes para dar con su sentido ultimo, escogería el de la mariposa rota. “Abre tus dedos”, dice en uno de sus últimos poemas. Alguien los había cerrado y, en el puño, trizada, la mariposa. Es uno de los únicos poemas que se dirigen a una tercera persona, pero quizá no sea una mano concreta la causante del suceso, sino la mano de la vida misma.

¿Decepción?¿Amargura? Tal vez; mas ante todo, rebeldía.”Amor o desencanto”, dice otro poema, y la conjunción cobra valor aleixandrino; identificativa antes que disyuntiva. Otro de los intensos poemas se titula “Acedía”, y en él el amor es abismo. Antes, un verso le llamo Atila. Pero estos poemas se escriben con ímpetu rebelde. Tanto a vueltas con lo femenino y masculino en la poesía y está claro:Este es un libro de mujer. Plena y hermosamente- y heridamente- de mujer que toma en sus manos la vida y la pasa por la experiencia de la palabra. La palabra poética va a ser su rebelión. Ya la metáfora, ya los símbolos. De ahí que su estética emerja desde una ética. La ética de una convicción de que escribir es irse devorándose uno mismo; la estética del poema como simulación, como imagen. Si es preciso, incluso como burla:ahí está la canción final , entre el lirismo y la sátira. ¿Y no es también sátira echar mano a ese “papagayo verde” que D Antonio Machado encaramó al balcón de unos versos para Guiomar? El ave parlante viene a ser la necesidad de transmutar el acto a palabra – usando una frase de estos mismos poemas-. Y la duda reside en si, de esta suerte, la vida se palpa o se viste. Pero sí, se palpa. Estos poemas palpan la vida porque en ella maduran y son como manos que se deshallan, desolan, deshuellan- la paronomia es de la propia Charo Fuentes. Dicho de otro modo: que alejan los encuentros y hacen cundir la soledad y se llevan en las uñas la piel del alma.

Entre la rebeldía como actitud y el lenguaje como mundo, Charo Fuentes se mira en los espejos deformantes de mitos. Mitos femeninos, también. Antígona y la lucha de la fatalidad. Lot y el destino inverso para mirar hacia adelante. Leda y la humanización que desmitifica al cisme divino. Penélope y una espera negada.

Así se expresa ese fondo rebelde -para mi esencial-que late en esa poesía. Por los caminos de la metáfora y de la creación de una segunda realidad. Palabra que actúa, los poemas de Charo Fuentes reconstruyen un mundo que fue destrozado por esa otra realidad hecha de desilusiones. Donde hubo una trampa, también puede haber una magia. Es el fulgor brillante de esa capa de polvo levemente áureo que deja en los dedos de quien la oprimió, la mariposa rota de la poesía.

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