LEOPOLDO DE LUIS
En “Escritores y Artistas” de la Calle Leganitos, solíamos
coincidir con Leopoldo de Luis, José Gerardo Manrique de Lara y
Carlos Murciano. La Asociación, muy activa, organizaba actos
artísticos y literarios, presentaciones de libros y publicaciones.
Era Leopoldo un amigo de trato afable, un hombre generoso y sabio, de
apariencia grave, de voz grave. Grave también su poesía, tenía el
ansia trascendente de Unamuno, aunque en su preocupaciones abundara
más en el desarraigo y la protesta social y cívica. De formas
literarias clásicas, utilizaba con maestría los ritmos, amaba los
endecasílabos y eneasílabos y nunca renunció a ellos. Sus
antologías de la “Poesía Social (1965) y de "Poesía Religiosa"
(1969) habían, entiendo, sentado cátedra en aquellos años de la
pre- pre Transición, el Concilio Vaticano II y los cristianos de
base, que era una forma intelectual de toma de postura frente el
franquismo o el statu quo. Ambas antologías habían sido
publicadas en Alfaguara, editorial, como se sabe, surgida en 1964 a iniciativa del navarro Jesús
Huarte y dirigida por Camilo José Cela y sus hermanos.Teníamos algúnos amigos en Navarra en común,
así que charlábamos de estos y también de la poesía social y de
la religiosa, que yo indagaba porque estaba relacionada con una
revista de mi tierra que, aunque tarde ( había ya aparecido por
aquellas fechas los “Nueve novísimos” de Castellet ) había
acogido poemas de ese corte y tenía en su consejo de redacción
algún religioso militante. Me asombraba su claridad de juicio, su
capacidad de ahondar en los textos ajenos sin mostrar casi aparente
aparato crítico, porque, aunque lo utilizara con acierto, era de
natural humilde y nada pedante. Me obsequió con sus ediciones
críticas de Aleixandre o de Miguel Hernández, que luego perdí ya
que una mano francesa se llevó de mi biblioteca.¡y bien que lo
siento! Su crítica a mi segundo libro “Con un Papagayo verde” no
me sorprendió, aunque me dejó bastante impactada al verlo elegir ,
entre toda el aparente aparato culturalista, la sencilla canción y
el símbolo de una rota mariposa. Acertó.
La última vez que estuve con él fue en el Ateneo de Madrid,
Homenaje a Blas de Otero, en una mesa redonda con Sabina de la Cruz;
y también su hermano – entonces no lo sabíamos – Francisco
Umbral ( tenían opuesto carácter e idéntica nariz). Me marché de
Madrid y seguimos carteándonos por navidades, así me enteré de
la muerte Maruja, su mujer, pues me mandaba el sentido homenaje literario
póstumo. La tristeza de la desaparición de Leopoldo me llegó a Granada. Jorge Urrutia me informaba de su fallecimiento y me me mandaba
versos.
Es la ley que todos nos vamos yendo. Me quedé con la impresión
melancólica de que estaba en deuda con él y escribí a Jorge
dándole mi pésame con versos. Quizá sea la vida la que a todos nos
oprime y acaba aplastando la mariposa nuestra entre sus dedos, aunque,
como dijo Leopoldo en sus palabras para mis poemas:" queda el fulgor del vuelo".
Su partida me dejó el fulgor y también el brillo de la gratitud a su amistad“ entre el
polvo levemente áureo de la poesía”.
PALABRAS PARA LOS POEMAS DE CHARO FUENTES por Leopoldo de Luis
(Prologo para Con un Papagayo Verde, Madrid, Orígenes, 1990)
Si
tuviera que escoger un elemento simbólico de este libro de Charo
Fuentes para dar con su sentido ultimo, escogería el de la mariposa
rota. “Abre tus dedos”, dice en uno de sus últimos poemas.
Alguien los había cerrado y, en el puño, trizada, la mariposa. Es
uno de los únicos poemas que se dirigen a una tercera persona, pero
quizá no sea una mano concreta la causante del suceso, sino la mano
de la vida misma.
¿Decepción?¿Amargura?
Tal vez; mas ante todo, rebeldía.”Amor o desencanto”, dice otro
poema, y la conjunción cobra valor aleixandrino; identificativa
antes que disyuntiva. Otro de los intensos poemas se titula
“Acedía”, y en él el amor
es abismo. Antes, un verso le llamo Atila. Pero
estos poemas se escriben con ímpetu rebelde. Tanto a vueltas con lo
femenino y masculino en la poesía y está claro:Este es un libro de
mujer. Plena
y hermosamente- y heridamente- de mujer que toma en sus manos la vida
y la pasa por la experiencia de la palabra. La palabra poética va a
ser su rebelión. Ya la metáfora, ya los símbolos. De ahí que su
estética emerja desde una ética. La ética de una convicción de
que escribir es irse devorándose uno mismo; la estética del poema
como simulación, como imagen. Si
es preciso, incluso como burla:ahí está la canción final , entre
el lirismo y la sátira. ¿Y no es también sátira echar mano a ese
“papagayo verde” que D Antonio
Machado
encaramó al balcón de unos versos para Guiomar? El ave parlante
viene a ser la necesidad de transmutar el acto a palabra – usando
una frase de estos mismos poemas-. Y la duda reside en si, de esta
suerte, la vida se palpa o se viste. Pero sí, se palpa. Estos poemas
palpan la vida porque en ella maduran y son como manos
que se deshallan, desolan, deshuellan-
la paronomia
es de la propia Charo
Fuentes. Dicho de otro modo: que alejan los encuentros y hacen cundir
la soledad y se llevan en las uñas la piel del alma.
Entre la rebeldía como actitud y el lenguaje como mundo, Charo
Fuentes se mira en los espejos deformantes de mitos. Mitos femeninos,
también. Antígona y la lucha de la fatalidad. Lot y el destino
inverso para mirar hacia adelante. Leda y la humanización que
desmitifica al cisme divino. Penélope y una espera negada.
Así
se expresa ese fondo rebelde -para mi esencial-que late en esa
poesía. Por los caminos de la metáfora y de la creación de una
segunda realidad. Palabra que actúa, los poemas de Charo
Fuentes
reconstruyen un mundo que fue destrozado por esa otra realidad hecha
de desilusiones. Donde hubo una trampa, también puede haber una
magia. Es el fulgor brillante de esa capa de polvo levemente áureo
que deja en los dedos de quien la oprimió, la mariposa rota de la
poesía.
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