No voy a
descubrir yo el Mediterráneo, ni voy a aportar soluciones a un problema que
desconozco, aunque no me sea ajeno. No voy a presumir de ser social y buenista,
porque no lo soy, aunque siga creyendo en los valores que como humanos deberíamos
a asumir, si queremos que el mundo futuro sea más vivible y justo.
Tengo una
amiga que es profesora en un instituto de Enseñanza Media en Marruecos y me comenta que a
veces algunos alumnos suyos desaparecen durante varios días y luego regresan. Suelen
ser, me dice, buenos estudiantes. Cuando les regaña por su ausencia, le
responden que es que han intentado llegar a España, pero no lo han conseguido.
La profesora les amonesta, les advierte de los riesgos que tiene y que. pueden
morir en el intento. Le contestan que ahora ya están muertos.
Equivocados
o no de que van a encontrar una mejor vida, me planteo el drama de quien llega
abandonando todo, también sus estudios, y aquí vagabundea sin ningún tipo de aliciente,
y algunos caen en la marginación y los hurtos. Ignoro si a esos chicos se les
da clase de algo, se escolarizan, aunque sea exclusivamente en enseñanzas para
ellos. Ese vagabundear produce rechazo en las comunidades donde llegan, es
lógico y comprensible. ¿No hay alguna forma de que se sientan útiles, de que
aprendan algo que les ayude a convertirse en ciudadanos aceptados?
Imagino a mi
amiga, mirando alguna vez una ausencia que ha acabado en el mar o vagando sin
rumbo en una calle española cualquiera.
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