Me gustaría que Pamplona fuera una ciudad abierta, no
me refiero a la apertura de esas modélicas murallas que ya sea derribaron y que
la defendían de las incursiones bélicas. Quisiera una ciudad abierta a todos los caminos que en
ella convergen, el del sur y el del norte, el de las tradiciones u el de las
innovaciones, el de los de PTV y el de los llegados de las aldeas o de los
continentes, el del pasado y el del futuro. Ciudad abierta para todos, ciudad de convivencia de distintos.
A mí siempre me han resultado pueblerinas las cerrazones.
Porque no somos tantos, no acabo de aceptar que no se dé la
importancia debida a los que, independientemente de su ideología o su partido político,
dieron a la ciudad de Pamplona lo mejor de lo que eran capaces
Cuando vine a vivir e Pamplona fue el año de la muerte de Pío
Baroja. Me horrorizó cuando leí en un periódico que alguien le llamaba D. Impío
y otro alguien hablaba de tirar piedras al rótulo de la calle que acababan de
dedicarle. ¡Ah la intolerancia!
Mutatis mutandi, pienso en la intolerancia hoy, cuando leo que van a quitar el nombre de las calles dedicadas al escritor Ángel María Pascual y al arquitecto Victor Eusa. Pienso en D. Pío.
Por lo que al escritor corresponde, que es mi campo, diré
que difícilmente alguien habrá escrito Glosas a la Ciudad de Pamplona
con más conocimiento, lúcido amor y fina pluma que Àngel María Pascual. No
me importa a mi si fue falangista o no, como tampoco me importó que D. Pío fuera anticlerical..
Seguro que a la ciudad de
Pamplona, si pudiera hablar, tampoco. Pamplona, la amada, sería más luminosa y
mejor bajo la luz de la tolerancia:
“Imaginemos La Aldapa cuando Pamplona era todavía Pompaelo, y
estaba lejos como un alto campamento entre la mole del Capitolio y el templo de
Diana, al lado de un bosquecillo de árboles rituales. Por la ladera de esta
colina, que entonces descendía suavemente hasta el río, habría unas villas
campestres, como aquellas que cubrían el suelo del Imperio, lo mismo en Arróniz
o en Liédana, que en Boscoreale o Capadocia. Villas con ruido de fuentes,
peristilos con frescos y un silencio agrícola al fondo. Érase una pequeña
ciudad… “(Aldapa, 24 febrero, 1946)
"Otros olores de la ciudad perduran todavía. Por ejemplo, el olor de curtidos de la calle Comedias. Aún está allí el olor del primitivo teatro – Las Comedias- que conoció os broncos mosqueteros, la bulliciosa cazuela, los balcones recatados con celosías para las bellas muchachas que tenían una carroza en la angosta “Inda Chiquia”, la Rúa Chica, llena de talleres de sederos. El olor de los curtidos sale a derecha e izquierda y uno ya no puede separar ambas sensaciones ..."(Olores, 15 diciembre, 1945)
"La niebla es nuestro mantón de manila, nuestra verbena de
flecos vaporosos, nuestra fiesta del frío, nuestra afirmación un poco revolucionaria.
Los días de niebla son trozos de un brumario capaz de hacernos comprender
perfectamente las campañas napoleónicas
La niebla extiende una cortina de humo para que entre ella se
retire dignamente el verano. ...(24
octubr", 1945)
En el interesante prólogo a la edición de Glosas a la Ciudad del año 2000, editada por el Gobierno de Navarra, Miguel Sánchez Ostiz escribe:
“Pocas ciudades han tenido la suerte, o la desgracia, eso
según se mire, de tener un cronista como Ángel María Pascual. Pocos autores en lengua castellana, han tenido
una relación tan especial en la ciudad en la que han vivido como él Él que no
tuvo suerte fue, me temo, el cronista: Su ciudad era demasiado pequeña, estaba
muy a trasmano y tenía, o había tenido escasísima tradición literaria que
valiera la pena. Pamplona no había sido nunca Oviedo (Vetusta) ni siquiera la Sansueña
cernudiana aunque haya habido quien haya
identificado Pamplona con la Sansueña del Amadís de Gaula”.
Mal parece dejar a la ciudad sin su cronista: Pamplona merece su calle y su memoria ; y nosotros también,
Calle Ángel María Pascual. Ángel María Pascual Kalea.
Piénsenlo
Bibliografía
Amadís, Madrid, Espasa Calpe, 1943.
Don Tritonel de España, Madrid, Ediciones para el bolsillo de la camisa azul, 1944.
Capital de tercer orden, Versos del amor de disgusto, Pamplona, Aramburu, 1947.
Catilina, una ficha política, Madrid, Cygnus, 1948.
San Jorge o la política del dragón, Madrid, Departamento Nacional de Prensa y Propaganda, 1949.
Glosas a la ciudad, Pamplona, Morea, 1963.
Silva curiosa de historias, Pamplona, Pamiela, 1987.
Glosas a la ciudad. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000
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