Internet pone a nuestra disposición la sabiduría de las mejores plataformas. La Fundación March permite acceder a sus cátedras, exposiciones y conciertos y no hay tarde aburrida para los que nos gusta aprender de los que más saben, ni ciudades ni pueblos sin posibilidad de alcanzar la cima cultural, si tiene internet y accede a las actividades que necesite para satisfacer su curiosidad.
Ayer estuve, en unas conferencias de hace años, viendo y escuchado a la presidenta de la RAH, Carmen Iglesías, hablar de Montesquieu, un teme en estos días muy actual por el choque entre los criterios del Tribunal Supremo y el ejecutivo de Sánchez. Las aportaciones de Montesquieu al sistema político moderno nos llegó a través de la Ilustración, entiendo, siglo XVIII marcado por los avances científicos de todo orden y la consolidación de la ciencia empírica donde la realidad se impone ante el pensamiento mágico. Es el siglo de la racionalidad las Reales Academia, los viajes científicos, la filantropía laica, el avance femenino y el intento de estructurar la sociedad y las leyes, en el incipiente constitucionalismo que dará como consecuencia la Constitución de los Estados Unidos de 1787, la de la República Francesa de 1793 y la nuestra de Cádiz de 1912.
Las Constituciones marcan las leyes por las que se va a regir la ciudadanía, buscando la equidad, la justicia y la convivencia, de ahí la necesidad del equilibrio y la precisión. El poder absoluto corrompe, afirma, y todo poder tiende a expandirse de tal modo que el poder necesita otros poderes que lo contrarresten y lo atemperen. Quizá la actualidad del pensamiento de Montesquieu nos invite a pensar hasta qué de punto esa separación de poderes es eficaz para la construcción de un sistema político plural, equilibrado y justo y la importancia de la obediencia a las leyes de todos los estamentos, aún los mas encumbrados, obediencia que debería ser exigida a todos los ciudadanos por igual.
Si el poder sin contrapoderes origina la corrupción, porque todo poder es expansivo y tiende a acumularse con grave deterioro a la gobernabilidad, de esa interesante lección de Iglesias sobre Montesquieu, me quedaron en mente no solamente la necesidad cívica de obedecer las leyes y la Constitución sino la necesidad de otras instituciones poderosas.
Si medito en nuestra sociedad actual sobre la acumulación del poder del Ejecutivo, o sea del Gobierno, entiendo que ese poder ha invadido las competencias del resto de los poderes: 1) del Legislativo porque actúa por mayoría aplastando a la oposición que debería moderarlo, y porque ha abusado de los Decreto Ley, lo que ha impedido la acción de control del Parlamento y del Senado. 2) del Judicial ya que el Ejecutivo y el partido - o los partidos - que lo sustentan, ( y en esto incluyo también a otro partido que ha gobernado España) intenta invadir la independencia del Poder Judicial designando a los jueces afines para los cargos de máxima responsabilidad, poniendo en determinadas puestos a jueces cuyo criterio responde al político, ya que es el poder político quien los ha designado, y porque ha sido habitual hacer el boicot a determinados jueces o no obedecer las leyes y buscar atajos para burlàrla.
3) Interfiere en el poder económico: Si en tiempos de Montesquieu no tenía tanta presencia potente en la sociedad, hoy es el más importante de la modernidad y también ha sido invadido. Por las informaciones publicadas, parece que es un juego diario recolocar a los políticos a través de las puertas giratorias integrándolos en las empresas más representativas, sean públicas o privadas y lo más de reseñar el desembarco en las Cajas de Ahorro con el resultado de absorción por parte de la Banca privada por la utilización de sus fondos en beneficio propio. 4) Con respecto al poder de los medios de comunicación, recordamos casos de destitución de directores vetados por el poder político por publicar o reflejar noticias que no dejaban en buen lugar al Ejecutivo. Especialmente de reseñar un vicepresidente que quería que la prensa estuviera en manos del gobierno, y no de empresas particulares de comunicación.
Mi crítica no es por criticar, sino por intentar saber cual es el problema porque el que los ciudadanos cada vez estamos menos satisfechos de nuestra Democracia. Poner nombre al problema es estar en camino de solucionarlo.
El poder quiere más poder. Me pregunto si el indulto ( que se ha practicado en todos los gobiernos) no es una forma de esquivar la pena del delito y su castigo e invadir competencias para que el Ejecutivo siga acumulando y manteniendo poder, en contra del criterio del Tribunal Supremo. No es cuestión de practicar la clemencia a no ser que los reos se comprometan a no delinquir, y no parece sea el caso ahora. Repetirán, lo han dicho. ¿Cuál es el siguiente movimiento?
Cunde el desánimo entre la ciudadanía que cree en la Justicia, en las leyes y en la Constitución de 1978. Hay quien se propone cambiar esta Constitución, si estorba a sus planes, que parece que si. Y la ley, si impide sus desmanes.
Tengo constancia de que no estamos en un siglo de ilustrados sino de chapuceros que tienden a acumular el poder absoluto que conduce, según Montesquieu, a la corrupción, ahí estamos. Como española, me inquieta. Y sin embargo, los avances científicos han dejado atrás todo lo imaginable, infinitamente más que en siglos precedentes. Sería de desear recuperar el espíritu de las leyes y respetarlos.
Escribo mi opinión, tal vez con errores porque no soy abogada que interprete las leyes en su justo término. Soy una ciudadana cualquiera que interroga
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