jueves, 10 de junio de 2021

Cartas de amor


 Buscaba yo una carta de la divina  Tula, que no he encontrado, y me demoré releyendo su correspondencia amorosa. Siempre que investigo papeles personales de personajes muertos empatizo con ellos y me lleno de melancolía, porque sé su final: la brusquedad con que acaban las ilusiones, los sueños los proyectos, los sentimientos. Siempre se convierten en ceniza, humo, polvo, nada. ¿ Ubi sunt? Suele ocurrirme con los poemas, porque son muy finos de espíritu y tocan con viveza los sentimientos más profundos. Y todavía más si los escritos son diarios autobiográficos o son cartas. escritas o recibidas. En las autobiografías hay trampas, a veces el autor se justifica. En la correspondencia personal el escritor suele cubrirse poco, son escritas a bote pronto, por lo que casi tocamos con los dedos sus sentimientos, sean de duelo, de pasión o de despecho. Las cartas de la Avellaneda, redactadas con altura literaria, han sido publicadas por varias editoriales, aunque entiendo que no en su totalidad, al menos no he encontrado las de  las fraternales escritoras decimonónicas con quien tenía correspondencia, que son las que hoy me interesaban. Todas las cartas personales de escritores, si son sinceras, demuestran no solamente quien fue quien las escribió sino quien o quienes y cómo eran sus destinatarios. El patetismo, referido no a la pasión depositada en ellas sino a la necesidad de descubrirse sin velos ante el receptor de las de Gertrudis Gómez de Avellaneda, me hace reflexionar. Posiblemente publicar la correspondencia privada, que nació para ser privada  es un allanamiento de morada. O entrar como burro por cacharrería . Sé que no es así, este criterio sería rechazado por todos los críticos literarios, dado que son unas fuentes documentales de primer orden. Pero ¿no nos causa cierto pudor leer una exposición  tan -intima ?  ¿Qué diría la Avellaneda, o don Antonio Machado y doña Emilia Pardo Bazán y don Benito'? Tres epistolarios amorosos que hablan muy claramente de la personalidad de quienes los hicieron.  El protagonismo pasional  frustrado de la divina Tula, la admiración divinizada de Antonio Machado, la picardía voluptuosa de Emilia Pardo Bazán.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, a Ignacio Cepeda :

 "Yo he mandado siempre en mi corazón y en mis acciones con mi entendimiento, y ahora mi entendimiento está subyugado por mi corazón, y mi corazón por un sentimiento todo nuevo, todo extraordinario. ¡Posible es, Dios mío, que cuando yo me creía libre ya del dominio del amor, cuando me persuadía haberle conocido, cuando me lisonjeaba de experta y desilusionada, haya caído como una víctima débil e indefensa en las garras de hierro de una pasión desconocida, inmensa y cruel!... ¡Posible es, Cepeda, que yo ame ahora con el corazón de una niña de trece años!... ¿Qué es esto que por mí pasa? ¿Qué es esto que yo siento?... Dímelo, dímelo, porque yo no lo sé. Es harto nuevo para mí, te lo juro. Y yo he amado antes que a ti, he amado, o lo he creído así, y, sin embargo, nunca, nunca he sentido lo que ahora siento. ¿Es amor esto? "Poesías Y Epistolario De Amor y Amistad, Madrid, Castalia , 2001

Antonio Machado a Pilar de  Valderrama:

"Hoy se insiste demasiado en el pudor de debe acompañar al sentimiento, es decir que el hombre - se piensa- es tanto más hombre cuanto más oculte su sentir. Pero yo proclamo, con D Miguel de Unamuno, la santidad del impudor, del cinismo sentimental. Lo que se siente debe decirse, gritarse, verterse. Lo importante es que el sentimiento sea verdadero, y siéndolo, para qué avergonzarnos de e´?¿Le negaremos al amor el derecho a expresarse?¿qué sería de los amantes si no pudieran decirse que se quieren una y mil veces'? Palabras, palabras, palabras, pero, ¿Qué hay más noble que las palabras (Sí, Yo Soy Guiomar, Barcelona, Plaza y Janés, 1981)

Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós:

«Pánfilo de mi corazón: rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!»
"«Ven a tomar posesión de estos aposentos escultóricos. Aquí está una buitra esperando por su pájaro bobo, por su mochuelo [...] Hay en mí una vida tal afectiva y física, que puedo sin mentir decir que soy tuya toda: toda, me has reconquistado de muchas maneras y más que nada porque nunca me habías perdido; porque te quise ayer y te querré mañana». (Miquiño Mío, Cartas a Galdos, Madrid,  Turner, 2020)

Las  cartas de amor, aseguran las gentes, envejecen mal, solamente no son cursis para quien las escribe o recibe, dicen tontunas, suelen ser excesivamente patéticas y poco literarias. Seguramente es cierto. Algunos lectores leemos las cartas ajenas de escritores  con pudor porque, aunque hablen de Literatura, confiesan cosas íntimas y tenemos constancia de que violentamos  la voluntad de sus autores al leer algo que no fue escrito para nosotros, sino para un solo lector o lectora. No entramos en el juego de la emoción, quizá no nos conmueven por su exceso de intimidad, quizá no nos implican. Una (o uno-) y no hace falta ser escritora para hacerlo, no debería  arrepentirse de haberlas escrito, pero lo mejor sería conservarlas para los días tristes y luego romperlas  Hoy los correos ya no son de papel, no se pueden romper,  tal vez anden en la nube y se conserven viajando por el éter

Pienso, pese a las supuestas tonterías dichas, que es más pobre y  desgraciado el que nunca escribió, el o que nunca en su vida recibió, aunque fuera muy cursi, una carta de  amor. O un electrónico correo.



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