sábado, 4 de septiembre de 2021

LOS AÑOS DE PLOMO ( Y III) Muerte de Francisco Berlanga,

 


He elegido un mal día para hablar de cómo afectó el terrorismo a mi familia, ya que hoy inauguran en Tudela la escultura en honor a las víctimas del terrorismo -  con las que me solidarizo-  y puedo parecer oportunista. Quiero afirmar que sé que no soy víctima ni puedo hablar en su nombre, lo que puedo afirmar es soy alguien que intentó cumplir con su deber. Quiero afirmar que no soy protagonista ni lo intento, pero puedo afirmar que aún si alguien pensara que lo soy preferiría antes de callar decir que ayudé con amor y puse toda mi potencia en hacerlo. Quiero afirmar que si hay en estas crónicas demasiados nombres desconocidos para casi todos, es para resaltar el nombre de las personas que fueron solidarias y, en segundo lugar, para dejar constancia de que no hablo por hablar, dejo testigos.

ATENTADO EN LA OFICINA DE LA PLAZA DEL CASTILLO

2 Enero de 1979

Sobre las 10 menos cuarto de la mañana dos agentes de la policía municipal advirtieron que en la oficina de la Plaza del Castillo, n 24, había un paquete sospechoso envuelto en un plástico blanco y avisaron a la policía armada. En la oficina parece que alguno bromeó, pensando que era algún paquete olvidado por alguien, pero Luis Mayor advirtió que se veían cables. Llegó un fuerte contingente de la policía armada. Eran fechas de víspera de Reyes y la Plaza del Castillo está muy concurrida. La masacre, dado que son días donde la gente compra regalos por el centro, pudo ser masiva. Mientras unos policías acordonaban la zona, el cabo artificiero Francisco Berlanga intentó desactivar la bomba y le explotó, la onda expansiva le seccionó los antebrazos, parte de la pierna izquierda y el tórax. Falleció a los pocos momentos de ingresar en el Hospital de Navarra. Tenía 26 años. Dejaba viuda y tres hijos, le faltaba un mes para ser destinado a su lugar de nacimiento, Málaga, donde por las fiestas de Navidad en ese momento se encontraba su familia.

Fernando se enteró en el momento, le llamaron de Pamplona. Un drama. No sé si llamó por teléfono a la viuda del cabo, nada dijo. Las fiestas de Navidad acabaron en sangre. No voy a comparar el dolor de la muerte de un hombre joven con el de mi familia, pues ante aquel horror de esa injusta muerte no hay nada comparable. 

Si quisiera, recordando Patria de Aranburu, pensar en la dureza de algunos curas con respecto a las víctimas, pues nos contaron que paso un sacerdote por el lugar donde Francisco Berlanga agonizada y alguno de los presentes le pidió que le otorgara la extremaunción, pero él se escurrió y pasó de largo. Le siguieron por Carlos III hasta alcanzarlo y le increparon. Respondió que él no creía en esas tonterías. Bien sé que él no era la iglesia, toda la Iglesia, pero cuando leí ·Patria” lo recordé. Cual distinto hubiera sido el papel del terrorismo sin el apoyo social del silencio, del mutismo de los más obligados a dar testimonio de humanidad cristiana hacia el prójimo.

Habíamos pasado unas fiestas de Navidad tranquilas y mis hermanas se habían ido a esquiar en grupo con los Pujalrás, vecinos del sexto. Se enteraron por los periódicos del atentado al hacer el autobús una parada Posiblemente nada comentarían, ya que los vecinos de la casa sabían que estaban con nosotros, pero nada más. Llegaron encogidas y aterradas. Nuevamente la estabilidad familiar se rompía y volvía la angustia y la sensación de acoso, que cada uno vivía a su manera. Mi madre volvía a lamentarse de lo mala que era la gente, Fernando se enfurecía y mis hermanas callaban y estaban tristes, nosotros seguíamos haciendo esfuerzos por consolarlos. No sé si fue esa vez u en otra comida, recuerdo que dije a Fernando que aquello era capaz de acabar con la salud mental de cualquiera que hubiera padecido tanto y que él y mi madre tal vez necesitaran ayuda médica, pero se enfadó mucho y me gritó que él no estaba loco y que los locos éramos nosotros. No volví a decirle nada. Creo que las cosas para él iban de mal en peor y estaba tan herido que no escuchaba a nadie que le contradijera. El atentado en la Plaza del Castillo suponía echar el cierre definitivamente a su actividad económica, por tanto, su ruina.

El acoso económico se había iniciado en agosto de 1978, cuando ETA  colocó una bomba en GANASA, una ganadería situada en Cascante. Dos artefactos similares fueron colocados en instalaciones de dos importantes empresarios textiles de la localidad. Se iniciaba así una persecución contra los intereses económicos y contra su persona. Él estaba convencido que los responsables eran de la localidad..El atentado fue reivindicado por ETA militat. 

Quizá podría contar más cosas minuciosamente, pero no quiero extenderme. Cuando salió en Interviú la noticia de que era falso su secuestro y hablando de la extrema derecha en el que le citaban a él y a otros navarros llamé por teléfono a la revista para protestar e informar, pero me colgaron seguramente porque esperaban insultos y no razones

Por prensa también supimos la noticia de la detención del comando que había entrado en Conde de Rodezno. Por instancias de mi hermano José Javier, periodista, fuimos al Ministerio del Interior a enterarnos. Nos informaron.

Por no contrariar a Fernando, mi marido y yo asistimos a una conferencia que dio en Fuerza Nueva, pese a que, sin ser políticos, estábamos en total desacuerdo con sus puntos de vista. Nos daba pena. A mí la Transición me pareció y me sigue pareciendo prodigiosa.

No todo fue crispación en aquel curso 1978-79, hicimos familia, aunque luego todo cambiara. En Semana Santa nos fuimos todos a Portugal, creo que hicimos risas y olvidamos. La rutina diaria en Madrid nos ayudó a sobrellevar tanto drama.

Acabado el curso en junio, Fernando, mi madre y mis hermanas se marcharon de casa. Fernando y mi madre no volvieron inmediatamente a Navarra y compraron casa en Zaragoza. Mis hermanas se instalaron nuevamente una con Romerito Lorente, nuestra prima, otra en Zaragoza. Nadie quiso regresar a Conde de Rodezno. Fernando económicamente intentó en Zaragoza continuar con los temas inmobiliarios, pero nunca se recuperó ni económica ni anímicamente.

No voy a hacer un juicio de lo que supuso el terrorismo para toda la familia, espero haberlo demostrado Mi solidaridad con todas las víctimas, los asesinados y los extorsionados. Creo en los valores democráticos, nunca apoyaría ni he apoyado una revolución de ningún tipo y quien lo afirme sencillamente miente.

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