sábado, 17 de octubre de 2020

 

 Día de las escritoras, miro la agenda, pero nada veo, Debe de ser culpa del covid, que en Navarra arrea de lo lindo. La prudencia aconseja no frecuentar sitios públicos ni asistir a actos masivos. Presidido el día por nuestra patrona, Teresa Sánchez de Cepeta y Ahumada, Teresa de Jesús, la recuerdo con júbilo e incluyo en mi face poemas e imágenes de aquella mujer grande y sagaz. También recuerdo a sor Juana Inés de la Cruz, Juana de Asbeje, nacida en el Méjico, entonces español, grandísima escritora, novena musa.

Hoy recaen tres premios a poetas. el Nobel de Literatura  a la norteamericana Louise Glügk, El Princesa de Asturias a Anne Carson y el Premio Nacional de Poesía a la española Olga Novo...Entre la prosa y la lírica la cotidianidad triunfa en escena.

Louise Glügk : Semejanza finalLa respuesta de Louise Glück a los Nobel: "De verdad que necesito tomar un  café ahora" | Literatura

La última vez que vi a mi padre ambos hicimos lo mismo.

El estaba parado en la puerta de su habitación,

esperando que yo acabase de hablar por teléfono.

Que él no estuviera pendiente a su reloj

era una señal de que quería conversar.

Conversar para nosotros siempre significó lo mismo.

El decía algunas palabras, yo decía unas de vuelta.

Y en eso consistía.

Casi terminaba agosto, hacía mucho calor, mucha humedad.

Al lado los trabajadores arrojaban gravilla fresca en la marquesina.

Mi padre y yo evitábamos estar solos;

No lográbamos conectarnos, hablar por hablar.

Era como si no existieran

otras posibilidades.

Así que esta era especial: cuando un hombre se esta muriendo,

hay de que hablar.

Debe haber sido temprano en la mañana. De un lado a otro de la calle

los aspersores empezaron a funcionar. El camión del jardinero

apareció al final de la cuadra

hasta que se detuvo para estacionarse.

Mi padre quería contarme cómo era eso de morirse.

Dijo que no estaba sufriendo.

Dijo que se había quedado esperando el dolor, aguardando, pero nunca vino.

Lo único que sentía era una especie de debilidad.

Le dije lo mucho que me alegraba, que me parecía que tenía suerte.

Algunos de los maridos se subían a sus carros para ir al trabajo.

No gente que conociéramos. Nuevas familias,

familias con niños pequeños.

Las amas de casa se paraban en la marquesina, gritando o haciendo ademanes.

Nos dijimos adiós como acostumbrábamos,

Sin abrazarnos, nada dramático.

Cuando el taxi vino, mis padres lo observaron desde la entrada,

Agarrados de las manos, mi mamá tirando besos como suele hacer,

ya que le molesta cuando una mano no se está usando.

Pero por primera vez, mi padre no sólo se quedó parado ahí.

Esta vez saludó.

Eso mismo hice yo en la puerta del taxi.

Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.

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