miércoles, 21 de octubre de 2020

 postal 008420: entrada a la alcazaba de tanger - Comprar en todocoleccion -  130201414

 ALCAZABA DE TANGER


Ver la historia desde el otro lado nos hace más sabios. A los maravilloso romances españoles sobre la pérdida de Granada, habría que añadir los cantos tristes de los expulsados. Cuando tuve en mis manos esas memoria interesantes de Ruiz de Olano, Saltos de Memoria pensé en la melancolía de los moros que fueron arrojados de una tierra que habían cultivado y regado durante muchos siglos, que consideraban suya, al margen de las creencias de los otros, los que les expulsabam.Boabdil no es tratado con generosidad por los historiadores del otro costado, porque no es heróico, no lo quiso así el destino. Vaya desde aquí la memoria los nostálgicos cantos de los musulmanes¿En qué idioma? Imagino que sería en árabe y que el moro que la cantaba se la traduciría al cristiano que, en ese periodo de la Historia contemporánea, habitaba la tierra donde vivieron y murieron los expulsados de Al Andalus, el Marruecos colonial:

Canción que cantaban los moros expulsados de Granada en Tetuan, mientras construían la Alcazaba, según cuenta Abd-el -Kader, moro de Tetuán a Antonio de Olano
 
Me alejo, adiós Granada
Me alejo, adiós Genil;
¡Maldita la flaqueza
Del torpe Boabdill!
Me marcho, río Darro,
Que riegas mi jardín,
Y al despedirme corren
Mis lágrimas a ti.
¡Maldita la flaqueza
Del torpe Boabdill!
La ira del Profeta
Le siga hasta su fin:
Y Allahá nos vuelva a nuestra patria amada
De ríos y de flores circundada,
Allahá nos vuelva y quiera
Por siempre confundir
A los que profanaron
Su alhambra y Zacatín
Su plaza Vivarrambla
Su Darro y su Genil,
Sus torres y sus muros
Su suelo antes feliz,
El suelo que pisaron
Los padres del Muslín.(…)
Vuélvenos ¡ay! A la infeliz Granada
De flores y de ríos circundada.
 
Veamos ahora el romance del Romancero viejo castellano. El rey D  Juan II De Castilla llega a Granada acompañando al infante moro Abenamar. Es frcuente en la `poesía árabe tratar a las ciudades personalizándolas como mujeres. Juan II fue padre de Enrique IV de Castilla y de Isabel la católica. Este romance sería pues anterior al otro que cito arriba.

 

—¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida;
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
—No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.
—Yo te agradezco, Abenámar,
aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor,
y la otra, la mezquita;
los otros, los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba,
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía;
desque los tuvo labrados,
el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey del Andalucía.
El otro es Torres Bermejas,
castillo de gran valía;
el otro Generalife,
huerta que par no tenía.

Allí hablara el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieras, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.

Hablara allí el rey don Juan,
estas palabras decía:
—Échenme acá mis lombardas
doña Sancha y doña Elvira;
tiraremos a lo alto,
lo bajo ello se daría.

El combate era tan fuerte
que grande temor ponía.



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