Amo intensamente la América de raigambre española. Cada dos años, vuelvo. Nunca he entendido por qué España no ha hecho, como Inglaterra, una Commonwealth, una española Mancomunidad de Naciones y ha mantenido, apoyado, fomentado sus lazos con todos los países que han sido parte querida e importante de España. No se entiende bien que un país que fue capaz de integrarse con los nativos, casarse con ellos, tener hijos mestizos, crear universidades, templos, llevar y intercambiar sus productos y practicar el comercio cerró, o medio cerró, o fue incapaz de no acabar cerrando las puertas a los que ya eran parte de nosotros. Y nosotros de ellos lazos indelebles. Llegamos al ombligo del mundo, Cuzco, y sentimos que, bajo el cielo azul, la Catedral, la Iglesia de la Compañía de Jesús con sus columnas salomónicas, los edificios porticados de color, los miradores acristalados nos son tan cercanos como ese firmamento que parece tocarnos la cabeza de tan próximo. En las escalinatas infinitas, una maravillosa mujer cuzqueña con sus niñitos y su llama chica nos ofrece artesanías: preciosas piedras duras engarzadas en plata, calabazas pintadas, jerséis multicolores, pañería. Tan enriquecedor es mirarlo como penetrar en el templo del sol hecho piedra de titanes, o subir por el camino del inca a Machupichu, brincar por una cumbre agreste de selva alta; visitar el museo del Indio Garcilaso, bilingüe testigo de los cruces raciales de las genealogías más ilustres, y atender también al guía que nos pone un reportaje del horror del descuartizamiento del cuerpo ensogado a caballos en dirección divergente que fue como murió descuartizado el independentista Tupacamaro. La Plaza de Armas de Lima y el barrio histórico ostentan el esplendor de sus construcciones, pero piedra y caoba sustituyen a unos materiales constructivos de un país menos rico, menos opulento, España. En la lujosa catedral de Lima, vemos un altar consagrado a un santo actual San José María, y en Palacio arzobispal un lujo de mesas de ónice, suelos de piedras duras y cuadros con marcos de maderas exóticas; y arcángeles cuzqueños barrocos. Al costado, el Museo de la Gastronomía, interesante al máximo, es muestra de los viajes de idas y retornos de los alimentos y lo heterogeneidad híbrida que estrenaron aquellos paladares ¿Pues qué sería de la gastronomía ribera sin sus tomates, la lodosana sin sus pimientos, la castellana sin sus patatas? ¿existiría la famosa tortilla de patata española? ¿y la jícaras con su chocolate ? ¿y el tabaco? ¿y la caña de azúcar? ¿y el chuletón vasco a la brasa? ¿beberían los sudamericanos vino de uva?¿cual es el origen primigenio del Malbec argentino?
Oír una misa en la Iglesia de San Francisco de Bolivia, penetrar por una puerta de barroco enriquecido - horror vacui precioso- y comprobar que el sacerdote, que oficia la misa, alto y hercúleo con una cinta en la frente que le sujeta la melena, nos sorprende cuando alza los brazos al cielo por la asimilación de la Pacha mama y nuestro San Francisco de Asís. O que nos sermone rindiendo culto a la naturaleza viva que rechaza , dice, las bolsas de plástico. Ver llevar a los feligreses en el ofertorio frutas tropicales ante el altar y cantar con ellos canciones conocidas en nuestras celebraciones. O leer en Pasto - Colombia- la lápida del sepulcro donde yace un hermano de santa Teresa de Jesús. Deslumbrarse en la Iglesia de la Compañía de Quito, la más espectacular que conozco, donde brilla el oro - oro, oro- del imperio inca en los altares de los santos vascos, como Loyola, o navarro , como Francisco de Javier que hasta allí no llegaron pero tienen culto. Subir al monte y rezar un ave María en la iglesia de la Virgen de Monserrate, copia de la Moreneta de Cataluña en Bogotá. Sobrevolar los Andes o repensar en las cataratas de Iguazú la película La Misión y saber que allí tuvieron sus sede una comunidad de Jesuitas defensores de los indios. Llorar por lo inconmensurable de la belleza extrema de una naturaleza que en España-por contraste- es doméstica. Leer en la mitad del mundo, en Ecuador, los nombres de los científicos españoles y franceses que midieron el mundo. Escuchar otro día el lamento estremecedor de la flauta andina en el Pichincha mirando la Avenida de los volcanes. Imaginar a los españoles con sus armaduras llegando a machetazos entre las lianas de las selvas: Es historia y es presente.
Oigo español en sus bocas cuando alguien me llama "mamita" con dulzura. Suena melodioso y enriquecido, y me gusta escuchar también el quechua cuando cantan en misa. O el deje de Buenos Aires cuando los bonaerenses se nos acercan y nos preguntan con tono cantarín ¿De Dónde son ustedes? Ah, yo estuve en la madre patria, mi mamá era vasca, o gallega, mi abuelito vino por el exilio... estuve .. volveré, pero es que nuestra política es.. mire, no tenemos plata". Ellos también nos quieren. Tomo café con Elvira Levy, mi compañera y amiga poeta argentina. Veo el nombre de García Lorca y España y los preclaros nombres de exilados españoles entre sus personajes y admiro a Borges, y a Storni y a Sor Juana Inés y a Octavio Paz y a Vargas Llosa, y a Fuentes y Allende y García Márquez , a Mistral a Rubén Darío, a Neruda !Que riqueza saber que cuando algo decae alguien, aunque esté lejos, lo continúa.
La Casa de América en Madrid sirve hoy de encuentro y de hermanamiento a nivel diplomático. Allí escuché la queja de algún embajador por el desdén, le parecía, y el olvido que sentían nuestros políticos por los hermanos de América, el desapego. Esperaban que España hubiera servido de plataforma de encuentro comercial entre Europa y ellos en la Comunidad Económica europea. Nuestros países hermanos, se sentían defraudados. Quizá ni nos lo planteáramos, o quizá es ese complejo de pariente pobre con que piensan algunos nuestra historia y nuestro presente. Fue una ocasión desperdiciada. ¡Ay que bueno sería recuperarlo!
Amo intensamente la América de raigambre española. Cada dos años, vuelvo. Nunca he entendido por qué España no ha hecho como Inglaterra , una Commonwealth, una española Mancomunidad de Naciones y ha mantenido, apoyado, fomentado sus lazos, nuestros lazos.
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