jueves, 22 de abril de 2021

LA VACUNA

 




Así, en singular: “La vacuna”. Si así se nombraba, era la vacuna de la viruela. Fue el avance científico del XVIII que hizo progresar la medicina en el mundo. En un siglo donde los ilustrados ponían toda su capacidad en hacer avanzar la técnica, hacer productivo el trabajo y mejorar el mundo, las palabras de culto fueron Progreso, Educación y Filantropía.  Progreso y Filantropía fueron el avance científico de la vacuna de la viruela. El resto de las vacunas que han ido llegando desde el siglo XVIII siguen haciéndonos más felices y saludables, menos expuestos a las pandemias como la que ahora nos asuela, pero seguramente menos filantrópicos.

No era un tema de mis prioridades de investigación las vacunas, ya que yo soy lega en la materia, pero en uno de mis veranos de Cascante, mi amiga Pili Lapuerta me contó que había entrado en su farmacia a saludarla un médico que estaba en el Archivo Municipal consultando la figura de un ilustre médico cascantino:  Manuel Gil y Alvéniz. D Manuel Gil y Alvéniz había sido uno de los primeros partidarios de la vacunación variólica y la había aplicado masivamente a la población cascantina, me dijo.  Encontré al investigador en el archivo, se llamaba Juan March, era de Palma de Mallorca. Su investigación formaba parte de un proyecto de publicaciones de la Facultad de Medicina de Pamplona. No le pude aportar nada específico, pero le prometí mi ayuda y empezamos carteamos.  Localicé el domicilio de Gil y Albéniz en la calle hoy Mayor Baja, casado con Dolores Montorio. No debió el matrimonio tener hijos, ya que tenían con ellos una sobrina, Cristina Montorio. Los Montorio pertenecía a la familia más declaradamente liberal de Cascante, no así pienso, D Manuel Gil y Albéniz, a fuer de los poemas en los arcos votivos con versos que se le dedicaron al rey Fernando VII como homenaje en Cascante con motivo de su venida apoteósica a España en 1814, versos en cuyos textos el médico había tenido gran protagonismo junto con otro ilustre vate de saga médica, D Manuel Ximénez de Leorín y Amar, nieto y biznieto de famosos médicos, Amar  y Borbón  saga de ilustrados y sobrino de la ilustrada aragonesa. D Manuel Gil y Alvéniz también era ilustrado. Fue Académico correspondiente de la Real Academia Médica de Barcelona y corresponsal de la Sociedad Médico Quirúrgica de la ciudad de Cádiz en Cascante.  Esperando que el profesor March pudiera publicar sus interesantes aportaciones, hasta hoy inéditas, intenté recoger información. Gil y Alvéniz tenía literatura médica, documentó sus estudios sobre la fiebre amarilla o sobre la vacunación de la viruela, las costras o las falsas viruelas que figuran en la Historia de la Medicina, ya que mandó sus aportaciones a al Real Academia de Medicina de Cádiz y en 1820 y 1822 a la Academia de Cirugía de Barcelona. Como racionalista, se mostraba firmemente partidario de la razón frente a la superstición y a la labor filantrópica de los avances médicos “"¡Qué desconsuelo para un idólatra de las ciencias tener que dar cuenta del atraso de ella! ¡y qué dolor para un gran genio filantrópico no encontrar amadores de la filantropía!”. Daba cuenta de lo observado y de las consideraciones sobre los tratamientos y síntomas. Se preciaba de haber vacunado a todos los niños de Cascante -lo hizo en abril de 1802- y de ser responsable de la vacunación de los pueblos de alrededor como Tudela, Murchante, Tarazona, Fitero, Borja y otros.

Este carácter emblemático de la vacunación y de la filantropía que inició Edward Jenner (1749-1823) y que en España canalizó el secretario de la Real Academia de Medicina Matritense Ignacio María Ruiz de Luzuriaga (1763-1822) tuvo parece entre sus seguidores a nuestro médico cascantino. La vacunación de la viruela que se emprendió en el mundo y también llevada por España a América y Asia fue un hito por tratarse, como es bien conocido, de la primera enfermedad infecciosa erradicada formalmente en el Planeta por la Organización Mundial de la Salud «Viruela: “el triunfo sobre el más terrible de los ministros de la muerte».

Me he acordado de D Manuel Gil y Alvéniz en la pandemia que ha vuelto a poner en primer plano de la actualidad las vacunas. La ciencia y el humano talento es grandioso y sorprendente. En un año las vacunas para el COVID nos han devuelto la esperanza en un Planeta que llegó a paralizarse hasta extremos nunca conocidos.

El nombre del improvisado hospital de Madrid, Isabel Zendal, nos ha empujado a buscar la historia de su nombre y he querido acercar el de los niños que, vacunas vivas, viajaron en el María Pita a los territorios de Nova Hispania. Isabel Zendal fue la cuidadora de aquellos veintiún niño de la expedición y la que les haría más llevadero el largo viaje. El origen de la expedición tuvo una causa benéfica, científica y filantrópica y su protagonista fue  España.

Deseando Carlos IV de España erradicar la mortandad altísima de los territorios y provincias del imperio a causa de la viruela, y dada la dificultar de trasladar en condiciones óptimas la vacuna por otros medios,  a propuesta del médico Francisco Javier  Balmis (1753-1819) el rey sufragó una expedición de carácter sanitario que desde 1803 a 1806 recorrió Canarias, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Nueva España, Filipinas y China, con un cargamento de niños vacuníferos,  vacunas vivas, hacia los últimos rincones del del imperio español. Los niños eran pequeñitos hospicianos de padres desconocidos, o huérfanos abandonados a la caridad pública. Veintidos   involuntarios héroes reclutados sin defensa. No debería yo de juzgar comportamientos del S. XIX con mi mirada de mujer del S. XXI ya que sé que, como leemos en Carlos Dickens, los niños eran en Europa en el siglo XIX- ( y en muchas partes del  mundo siguen siendo en el XXI) nada, menos que nada si son  desheredados, expósitos, de barrios bajos o productos de abusos, violaciones y abandonos. Aquella gesta heroica de Balmis, pese a su buena voluntad del médico con respecto al trato que se debería con  los niños, las promesas hechas y su intento de protegerlos, puso también en el tablero de nuestra historia la sombra de una injusticia en nombre de la filantropía y el descuido de los derechos humanos de los niños. Hoy no serviría, sería imposible. Cuando se lee la importante gesta nos queda un deje de tristeza.

Si se ha recuperado en nombre casi desconocido de aquella mujer enfermera, Isabel Zendal, que trabajaba en el Hospital de la Caridad de La Coruña  ¿por qué no recuperar el de aquellos pequeños once galleguitos de ese hospital coruñense, los cinco de Santiago de Compostela y  los seis madrileñitos de la Casa de los Desamparados de Madrid, héroes involuntarios, que de pinchazo en pinchazo en sus bracitos trasportaron la costra de las vacunas para evitar la muerte de otros niños ?

Se  considera la primera expedición internacional sanitaria de la historia.

 Ninguno de ellos regresó a España y parece fue poca la compasión de las autoridades en el nuevo mundo con que fueron tratados, mandándoles nuevamente a unos hospicios aún peores que los que había conocido. Doy sus nombres:

1 Vicente Ferrer, siete años.

2 Pascual Aparicio, 3 años, Hospital la Caridad de la Coruña

3 Martín, 3 años                    La Caridad de La Coruña 

4 Juan Francisco, 9 años      Hospital Real, Santiago de Compostela

5 Tomás Melitón, 3 años, La caridad de la Coruña (murió en el viaje)

6 Juan Antonio, 5 años        Hospital Real, Santiago de Compostela

7 José Jorge Nicolás de los Dolores,3 años, La Caridad de la Coruña

8 Antonio Veredia, 7 años

9 Francisco Antonio, 9 años, La Caridad de la coruña

10 Clemente, 6 años, La Caridad de la Coruña

11 Manuel María, 3 años, La Caridad de la Coruña

12 Manuel María, 3 años, La Caridad de La Coruña

13 José Manuel María, 3 años

14 Domingo Naya, 6 años

15 José, 3 años

16 Vicente María Salle y Bellido,3 años, La Caridad de la Coruña

17 Cándido, 7 años, La Caridad de La Coruña

18 Francisco Florencio, 5 años, Hospital Real, Santiago de Compostela

19 Gerónimo María, 7 años, Santiago de Compostela

20 Jacinto, 6 años, Hospital Real, Santiago de Compostela

21 Benito Bélez, 8 años, hijo adoptivo de la rectora 

22 Ignacio José, 3 años, La Caridad de la Coruña.

Y si yo fuera ministra de cualquier cosa, de Derechos Sociales, de Investigación y Ciencia, de Universidades, de Sanidad; si yo fuera directora de uno de esos prestigiosos laboratorios españoles buscaría hacer pervivir sus nombres y el recuerdo con un monumento, una placa, un homenaje en honor de aquellos niños desheredados filantrópicamente utilizados en nombre de la Ciencia y el Progreso humano, ahora que se está redactando la ley de protección a la infancia.

Si yo fuera Isabel Díaz Ayuso, si yo fuera Alberto Núnez Feijoo, si Yo fuera Carmen Calvo, si yo fuera Pedro Sánchez… lo haría.

Pero soy quien soy y quiero, al menos, recordar sus nombres con mi palabra escrita.

 

 

             

 

 

 

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